Crítica de 'Rivales': Zendaya calienta la pista de tenis con un 'ménage à trois' sudoroso e hipnótico

El tenis es un fiel y pasional reflejo de las relaciones carnales y personales en lo nuevo de Luca Guadagnino, un juego a tres bandas tan excitante como provocativo. 
Fotograma de 'Rivales'
Fotograma de 'Rivales'
Cinemanía
Fotograma de 'Rivales'

A Luca Guadagnino no le han hecho falta melocotones para excitar a la audiencia con los adelantos de su nueva película, Rivales, que, tras retrasar su estreno debido a la huelga en Hollywood, por fin llega a la gran pantalla con Zendaya envuelta en un trío con Josh O'Connor (The Crown)Mike Faist (West Side Story). 

El cineasta italiano cambia a su actor fetiche Timothée Chalamet (Call Me by Your Name, Hasta los huesos) por su amiga Zendaya para convertirla en el detonante de un triángulo amoroso con la pista de tenis como escenario y cuarto integrante. La actriz da vida a Tashi, exjugadora de tenis profesional y entrenadora de su esposo Art (Faist), un campeón de Grand Slam que se encuentra en mitad de una mala racha. 

Para dar la vuelta a la situación, esta decide inscribirlo en el evento ATP Challenger Tour, la antesala del ATP Tour, en el que deberá enfrentarse a Patrick (O'Connor), exnovio de Tashi y ex-mejor amigo de Art. La película vuelve al pasado de los protagonistas para explicarnos cómo han llegado al partido que cambiará sus vidas. 

'Rivales': crítica

Valoración:

A simple vista, la pantalla nos muestra el tie break entre un tenista de primer nivel que ha perdido la confianza en sí mismo y se ha cansado de competir, y el contrincante al que nunca ha conseguido ganar, quien fuera su mejor amigo y que desaprovechó su potencial. Sin embargo, lo que se juegan en ese desempate en el que nos adentra Rivales desde el arranque es mucho más que una victoria. 

Luca Guadagnino es un maestro a la hora de captar un romance: el deseo inicial, el juego perverso, el anhelo carnal, la perversión de los celos, la pasión postergada... En su nuevo filme, maneja con total conciencia e impudicia el primer plano y la cámara lenta para detenernos en los gestos, los pensamientos y las acciones de sus tres protagonistas, atrayéndonos irremediablemente al partido que recoge una compleja relación a tres. 

Una trama sencilla se eleva hasta alcanzar el orgasmo gracias al trío de actores, con Josh O'Connor y Mike Faist en los dos extremos del péndulo que es Zendaya, una Femme Fatale ambiciosa y controladora; el primero lo hace como amante rebelde e indomable; el segundo, como marido metódico y dependiente. Los roles se repiten en la pista y fuera de ella, retrato de las diferentes formas de entender el deporte, el amor y la propia vida. Zendaya es el reclamo, pero sus compañeros se igualan a ella con dos actuaciones dicotómicas. 

Las escenas tenísticas, desde los planos detalle que muestras las manías a la hora de sacar hasta una secuencia en la que Guadagnino nos lanza de un lado al otro subidos a la pelota, están rodadas de forma prodigiosa, sobresaliendo entre el resto de filmes que se han atrevido a recoger los golpes con raqueta. 

Pero, más allá de la técnica deportiva, Rivales es una ágil e inteligente disección de las relaciones humanas, los sueños frustrados y al propósito vital donde la pista de tenis es la excusa perfectamente explotada para dejar salir la rabia, la impotencia, el miedo o el amor. Es una rodilla que se fractura con los planes de futuro, un saque que sirve como lenguaje secreto y las gotas de sudor en un momento de clarividencia. Es el ceño fruncido en la mirada preocupada de Zendaya, la risa insolente de O'Connor y el nerviosismo de Faist, en el tenis y en su vida.

Puede no resultar tan trascendental como Call Me by Your Name o tan fascinante como Suspiria, pero Rivales, lejos de achantarse ante sus predecesoras, saca pecho como una película tremendamente sensual (que no sexual), desacomplejada y excitante, por momentos tensa y estimulante, entregada a la química de sus estrellas, que sabe explotar como pocas producciones todo el potencial visual y narrativo cinematográfico del tenis. Un smash certero y provocativo a los placeres carnales, a deseos más ocultos y salvajes.

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