¿Culpa del MeToo? Un estudio confirma que las películas tienen cada vez menos sexo y desnudos

Puede haber excepciones, pero un análisis de lo que ha ocurrido desde el año 2000 en el cine estadounidense conduce a resultados palmarios, que mueve a preguntarse qué está ocurriendo.
Cillian Murphy en 'Oppenheimer'
Cillian Murphy en 'Oppenheimer'
Universal
Cillian Murphy en 'Oppenheimer'

Mientras promocionaba Pobres criaturas y ya lidiaba con comentarios sorprendidos por las escenas subidas de tono de su película, Yorgos Lanthimos abordó inevitablemente la carencia actual de sexo y desnudos en las películas mainstream. Se hacía eco de las palabras de otro cineasta como Paul Verhoeven (que impactó mucho en los 90 con películas como Instinto básico) y en general con un debate recurrente sobre la falta de contenido sexual en el cine actual. El Economic Times ha decidido abordar directamente el asunto, planteando un reportaje donde confirma que en efecto ha habido un declive, y se proponen causas.

Hollywood habría “entrado en una era puritana y se culpa al MeToo”, como leemos sobre algunas de las acusaciones más recurrentes. Ciñéndonos a los datos como tal, Stephen Follows es un analista que ha examinado las 250 películas más taquilleras de Estados Unidos desde el año 2000, analizando los organismos que clasifican películas y cotejando su información con las bases de datos. Ha comprobado, entonces, que las películas con contenido sexual ha disminuido en más de un 40% a lo largo del nuevo siglo. En 2000 menos del 20% de las películas carecían de sexo, y hoy casi la mitad no tienen nada.

El declive se aprecia claramente desde 2018, habiendo vuelto a subir ligeramente en los últimos años. Los ejemplos de esto son conocidos porque, claro, han llamado la atención desde el contraste: Oppenheimer, Pobres criaturas, Saltburn, Secretos de un escándalo o Juego limpio (un film reciente de Netflix) suponen las excepciones a la sequía de sexo imperante. Fijándonos en la fecha donde empezó más notablemente esta carestía, parece inevitable en efecto culpar a la afloración de acusaciones por violencia sexual del MeToo.

Pero puede haber otros motivos. Las películas de superhéroes, que tan indiscutiblemente han liderado el blockbuster durante la década pasada, sienten desdén por el sexo casi desde el propio planteamiento. Jordan Ruimy, en World of Reel, apunta además con acierto a la desaparición del drama adulto de presupuesto medio (donde históricamente solían concentrarse estas escenas): cuando la industria se polariza entre el blockbuster para toda la familia y las producciones independientes de pequeña escala, no queda hueco para estas propuestas.

Otros aspectos del problema

Luego está lo de los coordinadores de intimidad, la consecuencia más palpable de la preocupación colectiva que desató el MeToo. En los últimos años ha habido un auge de esta profesión, con opiniones para todos los gustos: Sean Bean o Jennifer Aniston cuestionan que con ellos en el set se ahoga la espontaneidad, mientras que Kristen Stewart ha agradecido su presencia mientras rodaba Sangre en los labios, su última película.

La cuestión es que esta profesión podría haber tenido efectos más allá de la seguridad de los intérpretes. Ita O’Brien es una coordinadora que ha trabajado en proyectos como la serie Gente normal o el reciente film El último baile de Magic Mike, y revela que muy a menudo las personas de su gremio le piden a los directores que se replanteen si una escena de sexo es realmente importante para la trama. A veces “esas conversaciones dan lugar a cambios en el guion o a la supresión de la escena de sexo”.

La duda de si tal escena de sexo es o no necesaria también salta a menudo a las redes sociales, y es entonces cuando la cosa se pone aún más fea: todo apunta a que los espectadores de la Generación Z no tienen ningún deseo de que haya más sexo en las películas, al contrario. El mismo Follows dice que “el destino del sexo en escena depende de la próxima generación”. “Eso no augura nada bueno: la Generación Z es notoriamente casta. Según una encuesta realizada el año pasado por el Centro de Académicos y Narradores de la Universidad de California en Los Ángeles, los jóvenes no solo tienen menos sexo que sus mayores, sino que también quieren verlo menos en la pantalla”.

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