El déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es una enfermedad que dificulta a los niños el hecho de prestar atención en tareas y juegos. Les hace olvidadizos y reáceos a escuchar a los adultos. Además, se muestran inquietos, lo que es un claro síntoma de la aparición del trastorno.
Según la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), uno de cada tres niños con este trastorno continúan padeciéndolo en la etapa adulta.
Esta patología afecta a entre el 3 y el 7% de los niños en edad escolar. Su incidencia es más alta en varones, en parte porque se manifiesta de forma más notable que en las niñas, que son diagnosticadas más tarde y en menos ocasiones.
Durante el proceso de diagnóstico intervienen neuropediatras, psiquiatras infantiles, pediatras, psicólogos y pedagogos. Tras ello, se procede a un tratamiento farmacológico y psicopedagógico.
Sin embargo, la ayuda de la familia es fundamental, mediante la limitación de estímulos o el establecimiento de horarios.
Herencia familiar
Los investigadores han llegado a la conclusión de que esta enfermedad se produce en la mayoría de los casos por causa genética. Hasta el 70% de los diagnósticos están relacionados con la herencia familiar.
Sin embargo, también puede darse por causas ambientales como el tabaco o el alcohol. En menor medida, la prematuridad y el sufrimiento fetal pueden causar el desarrollo de este trastorno.
Una de las consecuencias de este trastorno son los episodios de cefaleas, que afectan al 75% de los niños en edad escolar enfermos de TDAH. Otra es la epilepsia, que se ha desarrollado en 10 millones y medio de menores de 15 años de todo el mundo.
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