Todavía tengo los vellos de punta. Allí, en la esquina del Ayuntamiento con la Avda. de la Constitución. Un trabajador de astilleros tirado en el suelo y rodeado por policías con cascos, escudos y porras, que descargaban con furia sobre su cuerpo.
Hacía más de un año que no vivía una manifestación en Sevilla con un desenlace tan violento.
Unos 200 trabajadores de astilleros intentando entrar a golpe de fuerza y porrazos en el Ayuntamiento. De repente, puertas cerradas. Las piedras comenzaron a volar y se empotraban en alguna ventana haciendo añicos los cristales.
Tres segundos después, una veintena de policías nacionales comenzaron a cargar con agresividad. Los ánimos de los trabajadores no era menos violentos. Piedras. Gritos reivindicativos. Disparos al aire. Porras contra cualquier bulto para intentar disolver la protesta.
Resultado: dos detenidos, dos heridos graves, casi una decena de heridos leves y los manifestantes allí, a pie de escalera. Sin pensamiento de moverse hasta que liberen a los cuatro compañeros apresados. La tensión aún se palpa, aunque ya con más calma.
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