Así se eligió a Juan Pablo II

Tras la muerte de Juan Pablo I y durante los días de sede vacante, en la prensa no sólo se hicieron numerosas quinielas de los posibles 'papabili', sino que se apuntaba ya "lo que conviene a la Iglesia" en el futuro, para ir "a favor de los vientos de la historia".
Juan Pablo II tras ser proclamado Papa en 1978 (Foto: EFE/archivo)
Juan Pablo II tras ser proclamado Papa en 1978 (Foto: EFE/archivo)
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Juan Pablo II tras ser proclamado Papa en 1978 (Foto: EFE/archivo)

El empate o de votos entre Siri y Benelli hizo que en la segunda jornada los votos se dispersaran hacia otros candidatos convergiendo fundamentalmente en Karol Wojtila.

REACIO A DEJAR SU TIERRA.

El cardenal, cuando vio que podía ser elegido, fue reacio a aceptar, porque suponía dejar su tierra natal, dejar a su gente, dejar su trabajo como obispo, y cambiar radicalmente de vida, vivir en Roma y gobernar la Iglesia.

Por esta razón, cuando se le fue a preguntar --lo que es ritual-- si aceptaba la elección, él pronunció la siguiente frase: "En obediencia a la fe a Cristo, mi señor, confiado en la Madre de Cristo y de la Iglesia, no obstante las graves dificultades, acepto.

Su propia experiencia ha quedado plasmada en la Constitución Apostólica 'Universi Dominici Gregris', que es la que regula la futura elección del Papa. Dicho texto pide a quien resulte elegido "que no renuncie al ministerio al que es llamado por temor a su carga, porque Dios, al imponerle esta carga, le sostendrá con su mano".


LA NOCHE DE LA ELECCIÓN

El arzobispo de Viena, Franz Knig, se prodigaba distribuyendo un libro llamado 'Signo de contradicción', cuyo autor era el cardenal Karol Wojtila, en el que recogía las homilías de los ejercicios espirituales que predicó al Papa Pablo VI, dos años antes.

El peso de los cardenales centroeuropeos se sabía que era importante, por su prestigio en los Sínodos de los Obispos, frente a los cardenales latinos o italianos. Así, el cardenal Knig al entrar en el Cónclave el 14 de octubre, preguntó al Primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszynski:

"¿Y si el próximo Papa fuera un polaco? A lo mejor Polonia tendría algún candidato.... A lo que el Primado respondió: "`Dios mío! *Te parece que yo debería acabar en Roma... bueno, esto supondría un triunfo sobre los comunistas". Knig dijo entonces, "No, no me refiero a ti, pero hay un segundo hombre polaco...". "¡Ah!", replicó Wyszynski, "es demasiado joven Karol, es desconocido... nunca podría ser Papa, aseguró. Pocas horas después el Primado de Polonia se acercó a su pupilo y le dijo: "Si te eligen, `acéptalo!".

El día 16 de octubre de 1978 alrededor de las seis y media de la tarde, esperábamos la 'fumata' como ocurrió por la mañana, en un ambiente lógicamente tenso y con muchos comentarios sobre el futuro Papa.

Me encontré con unos conocidos, algunos eran monseñores de la Curia. Uno de ellos era el polaco Bogumil Lewandowski, quien dijo que "en Polonia hace tiempo que rezamos para que antes del año 2000 termine la dictadura comunista en nuestro país". Todos callamos, porque pensamos que aquello no tenía la más remota posibilidad. DESCONCIERTO. Pocos minutos después salió la fumata. No se sabía de qué color era el humo. Primero salió blanco, luego negro, luego un potente foco iluminaba la chimenea. La gente de la plaza estaba desconcertada, aplaudía a ratos, hablaba con voz fuerte, "*qué pasa? *qué es esta fumata, negra o blanca?". Vi bajar a grandes zancadas desde la Secretaría de Estado a uno de los directores de 'L'Osservatore Romano', a quien nunca había visto correr por su aires de monseñor. "*Hay Papa?", pregunté. "Sí", me dijo. Y rápidamente transmití por teléfono la noticia a mi redacción de Madrid.

El problema era quién sería el Papa. Yo tenía preparadas unas doce biografías por si alguno de estos cardenales salía Papa. Los altavoces del Vaticano anunciaron que había sido elegido el Pontífice.

Un gran júbilo estalló en la plaza: la gente cantaba, rezaba, lloraba, gritaba "`Viva el Papa!", sin saber quién era. Es difícil describir el ambiente en estos casos en que la plaza de San Pedro está repleta de gente y con tanta emoción concentrada.

Al final se abrió el ventanal del balcón central de la Basílica de San Pedro y salió el cardenal Pericle Felici, que había sido secretario general del Concilio. Bien, pensé, ése no es el Papa, y aparqué su biografía.

El cardenal Felici, encargado de anunciar el Papa por ser el primero de la orden de los cardenales diáconos, pronunció la célebre expresión latina, '`Habemus Papam!", cuyo nombre es "Carolus..... (y aquí el Cardenal hizo una pausa para ver si alguien acertaba) Wojtila".


Una mujer italiana que tenía al lado, me dijo, "¿Cómo ha dicho? ¿Es negro?". "No, le dije, es polaco". "Allora `Viva il Papa!", repuso la mujer. La plaza de San Pedro, al ver aparecer aquel hombre grande, muy rubio, casi blanco, venido "de un país lejano", como dijo, arreció en aplausos y en vivas al Papa.

NADIE ACERTÓ.

No conozco a ningún periodista que haya acertado su nombre como Papa. Un periodista italiano, Gianfranco Sviderkowski, de origen polaco, puso entre su lista de nombres a los dos polacos, pero más por simpatía de sus orígenes que por creerlo realmente. Por primera vez en la historia, un polaco llegaba a la Sede de Pedro.

La noticia disgustó mucho a los corresponsales de los países del Este europeo, de régimen comunista. Algún periodista español vaticinó que con la elección de este Papa la Iglesia llegaría a un entendimiento con el comunismo, uno de los temas pendientes.

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