Aleix Saló: “El euro es fruto de un gran optimista o de un perverso”

El autor del vídeo cómic Españistán, Aleix Saló.
El autor del vídeo cómic Españistán, Aleix Saló.
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El autor del vídeo cómic Españistán, Aleix Saló.

Tiene mirada felina, o quizás de topo. Sí, un topo gato, con garras de escarbador incansable. Bañista en las turbias aguas de la economía, en la que reina el tiburón finanzas. Analítico visitador de esta Europa opaca, lejana, parapetada por muros de incomprensión para un Sur que se debate entre someterse o desintegrarse.

Aleix Saló, creador de vídeo-cómics como Españistán: este país se va a la mierda o Simiocracia, tiene espíritu renacentista viral. Un virus troyano que ha infectado las redes sociales con millones de visitas a sus libro-tráileres. Lúcido gusano que se cuela entre las líneas de la sesuda economía para extraer símbolos y crear un folclore que explique bajo el mordisco de la sátira la eclosión de este nuevo y complejo mundo.

Su último ensayo cómic, Europesadilla, alguien se ha comido a la clase media, explora esta Europa que fue cohesión y Dorado. Madre de monstruos pop. Una eurozona sumida en la teoría del caos, y una España gobernada por el principio de Hanlon: "Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez".

Este joven ilustrador, hijo de Ripoll, arquitecto a medias, reinventor de sí mismo, vuelve a usar el cómic como órdago crítico. Una invitación a que hundamos nuestras pezuñas en conceptos alienígenas, como déficit, o prima de riesgo, o eurogrupo, meteoritos que están rediseñando el globo mientras soñamos con un empleo estable y duradero. Sueños. Llegó la hora de despertar para los precariosaurios. El meteorito global no conoce la piedad. "Tendremos que rediseñarnos", asegura este afilado dibujante.

¿Quién se está comiendo a la clase media europea?

Aunque planteo la pregunta en la portada del libro, lo cierto es que no es fácil de responder. No sé si hay un plan malévolo para acabar con la clase media, pero está claro que está siendo la más perjudicada en lo que yo llamo esta 'era de la volatilidad'. La clase media se había sustentado en una receta de planes a largo plazo, y el problema es que estamos en una época en la que todo cambia muy rápido. El que sobrevive ahora mejor es el que tiene menos carga en la espalda. La clase media tiene que rediseñarse o readaptarse.

Pero la élite, y la clase rica, siguen estando muy estables...

Sí, es cierto. En Europesadilla hablo mucho de Historia, porque hay capítulos históricos que tienen muchos paralelismos con la actualidad y nos permiten contextualizar los problemas actuales. A lo largo de la historia se ve claramente que cuando una sociedad tiende al progreso también tiende a la desigualdad.

¿Piensas que la eurozona es un Frankenstein?

La elección del concepto de película de terror no es aleatoria. Hay muchos monstruos que ahora pueblan Europa, y uno de ellos es la eurozona. Es un Frankenstein porque es una fusión un poco monstruosa de economías con dinámicas muy distintas. Antes del euro cada economía contaba con su Banco Central, y este tenía las políticas monetarias que permiten devaluar o revaluar la moneda para ayudar a la economía a salir del bache. Cuando se crea el euro, tú estás juntando economías muy distintas, unas economías muy fuertes, muy ahorradoras y grandes exportadoras del Norte, con unas economías poco ahorradoras y pocos exportadoras y generalmente rígidas de los países del Sur. Realmente es un reto.

Frankenstein solo quería que le quisieran....

Sí, como digo en el libro, el euro es producto de una mente o muy optimista o muy perversa. Mientras todo iba bien era un foco de progreso, unir las economías del Sur a una locomotora muy poderosa que es la del Norte, que nos hacía, por ejemplo, poder colocar deuda pública a un interés prácticamente igual que el de Alemania, ¿eso qué quiere decir? Que de cara a los inversores, la fiabilidad de la deuda pública era igual que la de Alemania. Esa confianza desapareció con la caída de Lehman Brothers y con un inicio de desconfianza por parte de los inversores, los mercados financieros, que son otros de los monstruos a los que tememos.

Hemos pasado del euroamor a la europesadilla...

Cuando fluían los fondos de cohesión era normal que el Sur de Europa fuera muy euroentusiasta, pero ahora se ve como la fuente de todos los males. A veces incluso de una forma un poco injusta, pero hace poco, por ejemplo, salió una encuesta acerca de la voluntad de permanencia en el euro de los distintos países, y curiosamente tanto en España como en Grecia había más de un 60% de la población que lo apoyaba.

¿Ello nos convierte en euromasocas?

Nos convierte, yo creo, en gente con memoria. Es decir, tú preguntas al ama de casa, tanto de Grecia como de España, y creo que son muy conscientes, y aún recuerdan mucho las devaluaciones de los años noventa, y lo que significa ir con una moneda como la peseta, que evidentemente puede ser más fácil de gestionar, pero es una divisa mucho más débil, y por lo tanto eso suele fomentar la inflación.

No estás a favor de las crecientes voces que apoyan a la salida española del euro.

No lo tengo muy claro. Al final el euro es bueno o malo según se gestione, el problema del euro, igual que las instituciones europeas, es que están a medio construir, y eso los hace muy disfuncionales.

Viñeta de Aleix Saló.Para un dibujante satírico es una suerte encontrarse con Angela Merkel...
Da mucho juego, pero a veces es incluso un recurso demasiado fácil. Lo fácil es ponerla como la mala de la película. Y aún siendo muy crítico con Merkel, hay que decir que es la figura más respetada ahora mismo. Y respetada también quiere decir a veces temida. Merkel me recuerda un poco a Thatcher. Son figuras políticas con unas ideas muy claras, unos planes muy definidos, pero que los intenta llevar a cabo hasta las últimas consecuencias. Creo que no estaría de más un poquito de flexibilidad. Ya que si esto significa empobrecer la población, no sé si vale la pena.

¿Ves factible una Unión Mediterránea o sería un disparate digno de tus libros?

Pues mira, no vas desencaminado. Estuve en Bruselas para documentarme para el libro, y me entrevisté con diversas personalidades, y uno de ellos me decía que estaba surgiendo una vía de en medio que era la posibilidad de plantear un euro a dos velocidades, es decir, mantener la Unión, pero crear un euro del Norte y un euro del Sur, que en este sentido se adaptaba a estas distintas dinámicas. Un Norte, digamos, muy competitivo, muy ahorrador y muy exportador, con un Sur, digamos, un poquito más lento y un poquito más rígido.

¿Y un poquito más corrupto?

No. A ver, sin dejar de ser crítico, el Sur tiene muchas ventajas. También a veces es injusta la imagen que nos están dando de corrupción...

Pero esta imagen nos la estamos regalando nosotros mismos...

Sí, es cierto. Pero también te diré que la corrupción existe en cualquier parte del mundo. Quizás lo que nos falta es que los mecanismos para identificar esta corrupción sean más eficientes. Lo vemos claramente con el PP y la Gürtel, que todo ha sido opacidad y silencio, esto es impensable en los países del Norte.

Tus personajes funcionan como arquetipos pop. De algún modo también cubres un vacío que quizás no han sabido cubrir los medios de comunicación...

Mi trabajo no va a sustituir al periodismo más riguroso. Lo que ocurre es que a veces este periodismo más riguroso suele tener una barrera de complejidad. La situación es de tal complejidad que el público normalmente no es que no tenga conocimientos, es que no tiene tiempo material. Yo seguía, por ejemplo, la problemática del último capítulo que fue Chipre, y tuve que dedicar muchas horas. Cómo le puedes exigir a un panadero que robe tres horas de su día a día para seguir este caso. Yo me siento más como un ensayista de segunda liga, de segunda división..

Eres un gran devorador de las páginas salmón económicas de los periódicos. ¿Crees que estas se han convertido en la serie de terror B periodístico?

Un poco sí. Sobretodo te diré que los más respetables son los que suelen hablar en un modo más crudo de la situación. Y eso siempre suele generar alarma, y la alarma vende, y yo aquí me incluyo. En este sentido, aún te diré que soy optimista, que dentro de las fatalidades se están abriendo muchas puertas, estamos entrando en un mundo distinto, en el que está cambiando todo, el mundo laboral, la geopolítica, la forma en que se consume, se produce, se compra, se lee, se informa, y a la vez se están abriendo escenarios interesantes. Para mí es un síntoma de esperanza, creo.

La sensación colectiva es la de tener una gran soga al cuello...

Sí, pero quizás sea una cuestión de cambiar el chip. Lo vemos negro porque nuestras expectativas de vida se basan en unas reglas de juego antiguas. Ahora se están abriendo más posibilidades. Quizás sea hora de cambiar las expectativas. No esperar conseguir lo que consiguieron nuestros padres, ni porque sea bueno o malo, sino intentar conseguir lo que nos pueda ofrecer este nuevo mundo. Y en este sentido, lo que está claro es que para sobrevivir tendremos que ir tirando con planes a corto plazo. Es muy probable que a medio camino el mundo haya continuado cambiando.

Tú eres un ejemplo de esta adaptación a los cambios...

Me resisto a ponerme como ejemplo de nada.

Creaste un cortometraje gratuito en la Red para promover un libro, y conseguiste gran éxito, has ido por delante de las editoriales...

Bueno, digamos que he intentado jugar a eso. De olvidarme de las reglas antiguas e intentar hacer mi propio plan de vida a partir del ensayo y error. Yo me he equivocado muchas veces. Pero he intentado tomarme estas puertas que se están abriendo como una oportunidad. No hay fórmulas mágicas ahora, pero lo que sí que es imprescindible, pruebes lo que pruebes, es que trabajes mucho. Lo que sí ha pasado a la historia es la cultura del pelotazo.

Es cierto que los cambios de ciclo crean muchas oportunidades, pero también se llevan a mucha gente por el camino. La revolución industrial acabó con lo viejo.

Es buen ejemplo. Yo comparo la globalización con la revolución industrial. Son fenómenos de una escala inalcanzable, que contienen una cara muy oscura, muy dramática, muy cruel, pero a la vez va abriendo puertas nuevas. La calidad de vida que ahora tenemos es gracias a esa revolución industrial que democratizó el acceso a muchos servicios y productos. Con la globalización ocurre un poco lo mismo. Tiene cosas muy buenas y cosas muy malas. Y la conclusión es que no hay forma de frenarla, las únicas opciones que tenemos es adaptarnos a ella o no adaptarnos.

Has sido invitado a foros de economía, tus vídeos se enseñan en algunas escuelas para explicar estos procesos, puede ser tanto un orgullo como un vértigo, ¿no?

Sí, a la vez es un orgullo, pero da mucho respeto. Que te pongan como ejemplo es fuente de que te exijan mucho más. Y uno se ve obligado a ser cada vez más riguroso o ser más precavido a la hora de hacer según que afirmaciones.

¿No te da miedo perder por esta presión tu esencia gamberra?

Un poquito, sí. Digamos que el equilibrio entre frescura y rigor es complicado. Y lo que antes intentaba despachar con una broma soez y me quedaba tan ancho, ahora le suelo dar muchas más vueltas.

¿Cómo empezaste?

Empecé en el año 2000 con 17 años haciendo viñetas en la prensa local, en la revista de Ripollet, de mi pueblo. Allí hacía viñetas metiéndome con el alcalde. Fue esa la progresión; de prensa comarcal a regional, a provincial, a periódicos digitales, política catalana, luego ya española con Españistán y ahora ya estoy metido en Europa. Estos 13 años han sido ir aumentando la óptica.

En tu gran irrupción, Españistán, planteabas en el subtítulo que este país se iba a la mierda. ¿Piensas que sigue yéndose ahí?

Soy más optimista que entonces. Fíjate, y mira que estamos peor. Quiero ir con cuidado. Porque sé que ser optimista es casi insultante, sobre todo si lo estás pasando muy mal, pero digamos que de cosas peores hemos salido, y de una forma muy resarcida. Esta hipérbole que yo utilicé era una forma de dar un toque en un momento en el que parecía que nadie lo veía así. Ahora es al revés. Ahora me gustaría llevar la contraria y ayudar a la gente a buscar fórmulas nuevas.

¿Eres eurofílico, aunque suene a enfermedad?

Un poco las dos cosas. Si algo falta ahora en Europa es un folclore común, una cultura popular común y en esto la sátira, además de ser una crítica hacia Europa, también es una forma de reivindicarla. Fíjate en los Simpson, son para mí una de las mejores sátiras de la cultura estadounidense, y acaba siendo una celebración.

Y un gran embajador...

Sí, desde la sátira. Desde la crítica y la ridiculización. A mí me gustaría hacer lo mismo con la cultura europea.

El secreto de la viralidad

Aleix Saló mira sin complejos al rostro de la complejidad de este mundo que emerge. Lejos de buscar enemigos exteriores, prefiere buscar los propios, los vampiros ibéricos, en una Europa que aún sigue siendo "un mundo donde los Estados son los que deciden", explica. Es crítico con la troika, pero también con los políticos que usan al enemigo exterior. Su visión lo ha llevado a moverse deprisa y salir de la precariedad con ingenio y dosis de viralidad, como cuando decidió promover su libro con un vídeo tráiler que dio la vuelta al mundo.

El éxito de un vídeo viral en Internet, dice, depende del momento en que sale. "Evidentemente está el contenido, pero sobre todo es el momento. Un mismo vídeo, si lo pospones tres meses o lo avanzas del momento idóneo puede ser que no funcione. La viralidad depende del usuario y del espectador. No depende de ti. Es la gente la que lo comparte", explica, como sintetizando una de las claves de este mundo que asoma.

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