Théodore Géricault, el pintor que teñía las ansias de vivir con el acecho de la muerte

  • En sus escenas combinaba una fuerte vitalidad con el sufrimiento físico y psicológico del hombre moderno.
  • Una muestra se centra en la dualidad entre vida y muerte que el romántico francés ilustró combinando el interés por la ciencia y por lo incomprensible.
  • El recorrido combina las obras con otras de pintores de diferentes épocas —Goya, Delacroix, Menzel— que las complementan.
'Escena de canibalismo en la Balsa de la Medusa', obra de Géricault del mismo año que su óleo 'La Balsa de la Medusa'
'Escena de canibalismo en la Balsa de la Medusa', obra de Géricault del mismo año que su óleo 'La Balsa de la Medusa'
Théodore Géricault - Musée du Louvre, Paris - bpk | RMN - Grand Palais | Michel Urtado
'Escena de canibalismo en la Balsa de la Medusa', obra de Géricault del mismo año que su óleo 'La Balsa de la Medusa'

Murió con sólo 32 años, debilitado por la tuberculosis y por varias caídas de caballo, en medio de un extremo sufrimiento que se refleja en el rostro demacrado de su máscara funeraria.

Théodore Géricault (1791-1824) se erigió en su corta vida como uno de los grandes maestros de la pintura del siglo XIX. Fue un precursor del romanticismo francés e imbullía a las escenas una poderosa fuerza vital. De manera paradójica, ese ansia por vivir que expresaban sus personajes parecía causado por el desesperado acecho de la muerte.

Géricault. Bilder auf Leben und Tod (Géricault. Imágenes de vida y muerte) —en el Schirn Kunsthalle de Frankfurt hasta el 26 de enero— es la primera gran exposición del pintor organizada en Alemania. La muestra se centra precisamente en la dualidad de las obras del artista, en el sufrimiento físico del hombre moderno (latente en expresivos torsos y rostros) y en el tormento psíquico, ilustrado de manera magistral en una serie de retratos de personajes obsesivos.

Una gran carga social y emocional

El recorrido de 130 trabajos combina 62 obras del autor con otras de pintores de diferentes épocas. Goya (que influyó en su desarrollo como artista), Eugène Delacroix (que de joven quedó profundamente conmovido por La balsa de la medusa (1819), una de las obras cumbre de Géricault), el realista alemán Adolph von Menzel y la artista sudafricana Marlene Dumas son algunos de los autores que los organizadores han escogido para ampliar el universo creativo del francés.

Siempre entre la perspectiva nada sentimental de la ciencia y la inclinación romántica por lo incomprensible, Géricault hizo en su obra una genial síntesis entre los dos extremos. La exposición se divide en cuatro apartados que exploran el contraste. Batallas pone en conjunto representaciones bélicas —enfocadas desde el triste destino del soldado raso—, encuentros sexuales revestidos de violencia y una serie de litografías realizadas en 1821 de gran carga social y emocional.

La mirada perdida de un ladrón de niños

Cuerpos descubre la expresividad de los fragmentos anatómicos —como naturalezas muertas— en los que enfrenta al espectador con la carne humana para reflejar la realidad más absoluta. Cabezas presenta asombrosos estudios marcados por las investigaciones científicas de su época y combinados con un acercamiento psicológico influido por pseudociencias como la frenología.

La última de las secciones de la exposición es Crisis, dominada por cuatro de los famosos retratos de Monomanía, un término decimonónico empleado para designar un tipo de paranoia en la que el paciente se obsesionaba con una sola idea. Géricault reproduce la expresión de la envidia en una anciana o la mirada perdida de un ladrón de niños con un afán científico y al mismo tiempo demostrando la fragilidad mental de un ser humano que no puede más que tambalearse en el mundo.

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