En el mercado de San Miguel ya no hay nada a la venta. El frutero Joaquín Nieves, el único comerciante que mantenía su puesto abierto a pesar de las obras, echó ayer el cerrojazo con lágrimas en los ojos. Es el final definitivo al mercado tradicional de este histórico edificio situado muy cerca de la Plaza Mayor.
Joaquín, de 60 años, que regentaba el puesto desde 1982, llevaba días esperando el momento del desahucio: puso sus barbas a remojar hace dos semanas, cuando la pescadería de José Bonales, el único otro comerciante que también se resistió a echar el cerrojazo, tuvo que abandonar su puesto por orden judicial.
El desalojo se efectuó sin incidentes, ante la nostálgica mirada de Joaquín. Éste estuvo apoyado por el pescadero José y algunos de sus clientes más fieles, que acudieron a comprar como diariamente.
Con el cierre del local de Joaquín, la empresa El Gastródromo, nueva propietaria, ha resuelto el último escollo que le quedaba para proceder a su reforma. Su proyecto consiste en modernizar el inmueble para convertirlo en un centro gastronómico-cultural, a semejanza de La Boquería de Barcelona, donde además de comprar alimentos, éstos puedan degustarse en bares y restaurantes.
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