Psicólogas alertan: "El principal problema del acoso sexual es que no se educa a los hombres"

  • La experta en violencia de género Bárbara Zorrilla y la psicosexóloga Laura Marcilla responden a todas las cuestiones sobre el acoso sexual.
  • Las víctimas viven con estrés, insomnio y baja autoestima, llegando al absentismo laboral o incluso a perder el empleo.
  • Los acosadores no se consideran culpables, muchas veces ni siquiera son conscientes de que sus actos resultan intimidatorios.
  • Las mujeres anónimas alzan la voz: "Yo también he sufrido acoso sexual en el trabajo".
Un hombre persigue a una mujer por la calle.
Un hombre persigue a una mujer por la calle.
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Un hombre persigue a una mujer por la calle.

Desde que, en octubre, The New York Times destapó las múltiples acusaciones vertidas por actrices de Hollywood contra el productor Harvey Weinstein, la dimensión del acoso sexual se está haciendo más patente en las sociedades occidentales. Cada vez son más las que se animan a denunciar lo sufrido, y sus voces han tenido importantes efectos en las esferas más poderosas, como en la política de la primera potencia mundial, donde el senador Al Franken, uno de los candidatos que sonaba para las elecciones estadounidenses de 2020, y el congresista Trent Franks han dimitido de sus cargos tras ser acusados e investigados por sus supuestos abusos.

Entre 2008 y 2015, solo en el ámbito laboral, 2.484 mujeres -casi una por día- denunciaron haberse sentido acosadas sexualmente en su puesto de trabajo. Pero, ¿cómo se define este fenómeno?, ¿podemos haberlo sufrido sin ser conscientes de ello? y ¿podemos haberlo ejercido también de forma inconsciente? La psicóloga experta en violencia de género Bárbara Zorrilla y la psicosexóloga Laura Marcilla responden en 20minutos a estas y otras cuestiones.

¿Qué es el acoso sexual?

“El término acoso sexual se refiere a cualquier comportamiento (verbal o físico) que tenga la finalidad de desencadenar una actividad sexual y que produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo”, define Zorrilla, de forma que no es necesario que se haya producido un abuso sexual, tocamientos no deseados o insinuaciones físicas, basta con que la víctima se haya sentido incómoda, vejada o intimidada con comentarios sexuales.

Esta acepción habla de cualquier persona, sin embargo, atendiendo a las estadísticas, los principales acosadores son hombres que ejercen este tipo de comportamiento sobre mujeres, y no solo en ambientes laborales, también académicos, sociales y familiares, incluso diariamente por la calle, a través de un desconocido.

¿Suele darse en relaciones jerárquicas o también entre iguales?

La psicosexóloga explica que ocurre con más frecuencia en relaciones asimétricas entre dos personas. “Normalmente, una de ellas es mucho más poderosa o tiene más dinero, o mucha más edad que la otra, por eso se considera un abuso de poder. La otra persona parece que cede, pero no porque esté deseando el encuentro, sino porque teme lo que se puede derivar de no asistir a él”.

Marcilla asegura que este factor influye de forma determinante en el miedo a denunciar: la víctima teme las consecuencias que pueda acarrear denunciar a un hombre con más poder que ella. “Precisamente lo dicen cuando se encuentran por fin en una posición en la que creen que la otra persona ya no puede perjudicarlas o cuando se ven respaldadas por un numeroso apoyo social”.

Sin embargo, Bárbara Zorrilla insiste en que “no necesariamente el acosador tiene que ser un superior, como un jefe o un profesor”, ya que el mero hecho de ser un hombre frente a una mujer ya otorga ese abuso de poder. Esto se debe a que el acoso sexual es una forma más de violencia de género en “la sociedad desigual en la que vivimos, donde los hombres ocupan un lugar privilegiado”.

¿Se trata psicológicamente a los acosadores o en la mayoría de los casos nunca se reconocen como tal?

“La mayor parte de las veces no reconocen que tienen un problema, muchas veces ni siquiera son conscientes de que sus actos resultan intimidatorios, dañinos e incluso ilegales”, explica la experta en género, esto es debido a que “nuestra sociedad minimiza, normaliza e incluso legitima estos comportamientos”.

Laura Marcilla recuerda que hubo una etapa en la que ser “la elegida por el jefe o el profesor” era un halago, “se veía como que te estaba dando una oportunidad, y tonta de ti si lo rechazabas”. En la mentalidad cultural del momento estaba asociada la idea de que la mujer “no es válida por sí misma y para alcanzar X objetivo tenía que ‘arrodillarse’”. Incluso ella era la criticada por elegir esta relación para “ascender”, en lugar de fijarse en cómo él abusaba de su poder para obtener relaciones sexuales.

¿Cómo se explica a estos hombres la línea que no deben atravesar?

“Precisamente, uno de los problemas más graves es que no se les explica, no se educa a los hombres para esto. Sin embargo, a las mujeres desde pequeñas les dan instrucciones para evitar el acoso y las agresiones sexuales, lo que conlleva una distorsión de la responsabilidad”, añade Zorrilla, “si una mujer sufre una agresión, se buscan las razones en ella: por ir sola, vestida de determinada manera, por haber bebido, por hacer algún comentario que ellos interpretan como una insinuación…) lo que genera en ellas culpa y, en ellos, sensación de impunidad”.

Una muestra más de que el acoso sexual responde a un fenómeno mucho más complejo de desigualdad de género es que, además, “se sigue entendiendo la sexualidad masculina como algo irrefrenable, y a las mujeres como las responsables de no despertarla, debido a los estereotipos y prejuicios de género. Para más inri, el acosador se comporta de manera diferente con otras personas, por lo que se acaba creyendo que el problema lo tiene la víctima”.

¿Qué puede provocar en las mujeres vivir estas situaciones? ¿Qué consecuencias psicológicas quedan?

La psicosexóloga Laura Marcilla explica que antes de sufrir acoso, las mujeres pasan por un proceso de “indefensión aprendida” a lo largo de toda su vida. Es decir, sufren una serie de pequeñas circunstancias diariamente, como ser perseguidas por la calle, recibir comentarios inapropiados, obscenos, insultos, tocamientos sin su consentimiento… y aprenden que no pueden luchar contra todos esos casos, porque no sirve de nada, ya que continúan sucediendo. “Entonces, para cuando una mujer vive algo más grave, como una violación o un abuso sexual, ya ha interiorizado psicológicamente durante mucho tiempo que es culpa suya, que podía haberlo evitado de alguna manera y parece que les cuesta perdonarse a ellas mismas”.

Todo esto acaba minando su autoestima, y crece en ella un sentimiento de inseguridad. “Entre los efectos negativos más comunes nos encontramos con la sintomatología ansiosa, tienen problemas de insomnio y conductas de hipervigilancia. Crecen emociones como el miedo, la vergüenza y la culpabilidad”, afirma Bárbara Zorrilla.

Incluso puede aparecer el trastorno de estrés postraumático, por el que reviven la situación sufrida y terminan evitando cualquier estímulo relacionado con el acoso recibido.

¿Cómo afecta en sus relaciones personales y en su trabajo?

“Suele interferir negativamente en las relaciones sociales y familiares, incluso de pareja, por la desconfianza que se crea. A nivel laboral puede provocar bajo rendimiento y absentismo, llegando a perder el puesto de trabajo”, incide la experta en género.

¿Cómo lo supera la víctima?

Lo primero que debe hacer, es entender que ella no ha hecho nada para merecer ese trato, que es víctima de una situación injusta. Es importante, aunque sea difícil, tratar de mantener la calma, ser firme en su negativa, denunciar y pedir ayuda profesional especializada”, zanja Zorrilla.

Por su parte, Laura Marcilla incide en la importancia de la respuesta del entorno de la víctima cuando ésta se decide a contar su experiencia. Si se la cuestiona, o si se realizan preguntas como: ¿qué hacías con esta persona?, ¿qué ropa llevabas puesta?, ¿qué hiciste para que eso sucediera…? es menos probable que vuelva a decidirse a denunciar o hacer públicas este tipo de situaciones sufridas, porque las consecuencias de decirlo no han resultado positivas para ella y no ha sido comprendida. “Si esa mujer en el futuro sufre una violación, a lo mejor nunca va a saberse”.

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