Si cuando llegues al pecho no se te tira, ¡manos para que os quiero! Pero no te olvides de los labios y la lengua.
Después del pecho no bajes directamente a los labios menores y el clítoris,
hay todavía un camino que recorrer: bésale y lámele o llena de caricias su barriga, Trata con inmenso cariño su ombligo. Llega a sus braguitas y acarícialas también.
Baja por la zona interior de los muslos y las ingles: de momento nada de vulva. Estimula su deseo,
que en su mente aparezca con fuerza el deseo de sentirte fuera y dentro de su sexo. Si consigues que sea ella la que se quite las bragas, es que lo estás haciendo muy bien.
El momento de la acción directa
Ha llegado el momento de la acción directa.
Sigue besando y luego empieza a usar la lengua, primero el pubis, el pelo, los labios mayores cerrados y el perineo. Te vas acercando al centro de la diana. Separa bien sus muslos -a algunas mujeres este gesto les pone a cien- y con los pulgares abre la gruta de tus deseos.
Como tienes las dos manos ocupadas,
es el momento de que tu lengua haga su trabajo, pásala por el clítoris. Por más tentaciones que tengas, no lo muerdas ni lo succiones, de momento. Haz saliva y coloca tus labios sobre el clítoris. Hemos llegado al momento culminante.
Aunque lo que has hecho hasta ahora
la habrá excitado y estará disfrutando como un conejo con zanahorias, te voy a proponer varios juegos y movimientos para que cada vez que los hagas sea una experiencia nueva.
Recuerda: no gastes todos tus cartuchos el primer día.
Si ella te pide penetración aprovecha y el resto déjalo para mañana.
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