Hace sólo unas semanas Michael Jackson aparecía por última vez ante los periodistas y aseguraba, con voz débil, que se encontraba bien, pese a los rumores que le perseguían y que indicaban que su salud era muy delicada.
El pasado mes de diciembre la revista In Touch afirmaba que Jackson padecía una rara enfermedad pulmonar y que necesitaba un trasplante. En otras ocasiones también se ha especulado con que sufría un cáncer de piel y problemas con una vértebra y una pierna, lo que le había obligado a vivir pegado a los analgésicos.
El abuso de uno de ellos, el Demerol, es el que pudo provocar su muerte el pasado jueves según ha revelado una primera autopsia.
La relación del cantante con las drogas no es nueva: en 1997 les dedicó un tema, Morfina, en el que citaba media docena de veces el Demerol, un potente analgésico perteneciente a la familia de los opiáceos.
El 'rey' del pop acostumbraba a taparse la nariz y la boca, a usar un guante, y a empalidecer. Una vez se confesó ante Oprah Winfrey: tenía vitíligo y sí se había operado la nariz. A Michael Jackson se le paró el corazón, pero la clave de su muerte la buscan en su cerebro.
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