Infectados por la cultura zombi

Los zombis son el género de oro. Un holocausto cultural con vectores mesiánicos. Arrasan en el cine. Mordisquean ‘best sellers’. Deambulan por cómics, Internet y moda. Son los marcianos del siglo xxi, el reflejo de nuestros miedos más profundos.
Zombi
Zombi
Guille Barberá
Zombi

En los centros comerciales, en las salidas del metro, en los parques fumando caballo, comprando compulsivamente, destruyendo el clima, abandonando la conciencia, devorando inocencias, deambulando con torpeza hacia la necropsia espiritual... Los infectados estaban entre nosotros antes de la pandemia. La gripe Z sólo puso las cosas en su sitio. Finalmente, el consumo nos devoró en 2010. No quieran conocer su futuro. Un destino antropófago.

Antes de que las ciudades dejaran de ser seguras, nuestra cultura ya era zombi. En 2009 los muertos se habían expandido con la geometría de un cultivo celular caníbal. Arrasaban por metástasis en el cine. Eran pellejos de la literatura best seller. Nauseabundos modelos para marcas de ropa cool, como Eastpack. La revista Time nos advirtió: «Los zombis son los monstruos perfectos para el estado comatoso de nuestra economía». Nunca fueron tan reverenciados, fascinantes, nuestros. ¿Qué había cambiado? ¿Por qué el mundo empezó a interesarse por los muertos vivientes? ¿Tiempo muerto?

«Vivimos una era dorada de los zombis», me explicaba el creador de cómics Cels Piñol a finales de 2009, antes de que yo dejara de ser periodista y empuñara una motosierra tras el holocausto Z. «Nos atraen por el miedo primordial. Una horda de caníbales putrefactos, más que ofrecerte la posibilidad de convertirte en caza-zombis, te obliga a ser superviviente», explicaba el padre de Fanhunter (en la serie, una de estas hordas atacaba El Corte Inglés) y de la esperada saga de muertos Deadfan. Ahora Cels ya no dibuja: machaca zombis desaprensivos en la planta 5 del citado centro comercial. «Matar zombis es divertido», aseguraba.

Ningún muerto que regrese será ya inocente

Los hay de varios tipos.

1. Los clásicos zombis creados por el tío George en los setenta (George Romero, padre del género moderno con películas como La noche de los muertos vivientes): masas de carnes putrefactas, tambaleantes y lentas, muertos cuya fuerza es el número y su ansia primordial de cerebros frescos.

2. Los más modernos, empujados por Danny Boyle, y su filme 28 días después (2002): aparece una rabia extraña y verosímil, la pandemia nos arrasa, los hombres convertidos en veloces psicópatas. ¡Corre!

3. Los del vudú haitiano cuya magia negra viola la voluntad de sus víctimas.

4. Los zombis filosóficos, un concepto acuñado por el doctor David Chalmers y utilizado en el campo de filosofía de la mente para describir hipotéticas personas sin conciencia, pero que mantienen la biología y el comportamiento de un ser humano normal.

¿Por qué nos atraían los zombis? ¿Preveíamos el holocausto? «Los zombis alimentan los miedos profundos de la sociedad del bienestar», explicaba Fernando Valdés, autor del blog de culto Zombiblogia, convertido tras la infestación de H1Z1 en el único noticiero creíble. «El mundo tal y como lo conocíamos ha desaparecido, el peligro puebla las calles y todos estamos abocados al fracaso. Llevamos décadas apartados del verdadero significado de la vida humana: la autosuficiencia», añadió.

Recordemos la última década antes del holocausto Z. Mientras los noventa fueron la noche de los vampiros (eran tiempos globalizados y chupábamos las arterias del mundo), en el siglo xxi amanecieron los cadáveres bajo la alfombra (cambio climático, alarmas terroristas, pandemias). Dos libros marcaron la era dorada, dos libros vaticinio. Zombi: manual de supervivencia (2003) y Guerra mundial Z (2006). Los escribió Max Brooks (hijo del célebre Mel Brooks). Ambos narraban el fenómeno con inusitado realismo: un manual de combate con todo tipo de situaciones para sobrevivir entre los muertos, y un libro de historia en tono periodístico en el que se narraba la guerra contra estos seres, la debacle y el renacer. Sorprendentemente, los dos fueron best sellers. Y la productora de Brad Pitt, Plan B, compró los derechos para pasar al cine Guerra mundial Z. La literatura acababa de darle el gran mordisco a unos seres que nacieron de un sucio experimento del cine de serie B.

Prueba de ello es que la revisión del clásico Orgullo y prejuicio, escrita por  Seth Grahame-Smith y llamada Orgullo y prejuicio y zombis (2009), se coló  entre las listas de los más vendidos del New York Times. En España empezaron a surgir autores como Manuel Loureiro y su Apocalipsis Z o Los días oscuros, con gran éxito. También estaban Carlos Sisi (Los caminantes), o la versión de El Lazarillo de Tormes, Lazarillo Z, de Lázaro Gómez de Tormes, prevista para 2010. Está escrita, además, una versión Z de La casa de Bernarda Alba. Y la editorial Dolmen apostó fuerte ante el fenómeno, y preparaban para 2010 varias antologías de relatos ante la respuesta de escritores y público. Entre sus libros publicados destacan El alzamiento y Naturaleza muerta.

«Pensábamos que los zombis sólo nos gustaban a nosotros, pero nos dimos cuenta de que eran mayoritarios. Hay buenas novelas, y en EE UU muchos cómics, como el genial Los muertos vivientes, de Robert Kirkman», explicaba Vicente García, editor de Dolmen, ahora convertido en organizador de focos resistentes contra el subtipo de zombi literato. «Nos atraen por el ambiente opresivo, porque existe esa posibilidad, tenemos la capacidad de arrasar el planeta. Son reflejos inconscientes», decía.

Poemarios y series de televisión

Tanto es así que existen hasta poemarios de haikus Z y en el cine varias películas se convirtieron en taquillazo, dejando de ser un subgénero para manifestarse en tierno alimento del consumo de masas. Zombieland, de Ruben Fleischer, arrasó en EE UU, por encima de Woody Allen. Y lo mismo ocurrió en España con [Rec] 2, la secuela de Balagueró y Plaza, entre las más vistas de las pelis españolas. Hay series televisivas como la británica Dead set (un Gran Hermano con muertos vivientes), o la miniserie de El Terrat, Zombis, que protagoniza en clave de humor Berto Romero para Internet. Hasta la editora americana Marvel tiene su propia línea de zombis superhéroes.

«Inconscientemente nos identificamos con los protagonistas de estas historias. Reflejan todas las facetas del ser humano, desde la heroica a la más ruin», explicaba Daniel, alias Doctor Z, uno de los creadores de la web The Zombie Survival Society, ahora convertido en uno de ellos, hambriento, rabioso, brutal. «Si las noticias nos bombardean con información acerca de pandemias y nos plantean la situación de un planeta bajo los efectos de un virus, es probable que la gente se sienta más intimidada», decía. Con razón, organizaciones como la americana Zombi Squad están compuestas por activistas cuyo objetivo es intercambiar ideas, con seminarios, talleres y propaganda, frente a crisis severas: terremotos, inundaciones y, naturalmente, un colapso Z.

Internet fue la gran aliada de la expansión zombi. El virus entró en el ciberespacio con la fuerza de un muerto troyano. Algunas de las novedades editoriales surgieron de blogs en los que un resistente narraba día a día su lucha. Así nacieron Zombie island, de David Wellington, publicada en Timus Mas, o Apocalipsis Z, en Dolmen. Los desfiles o paradas zombis que se celebraban en muchas de las capitales mundiales (algo así como el Orgullo Zombi) se organizaban a través de la Red bajo el lema Zombie proof. Los humanos se disfrazaban de cadáver y ocupaban grandes avenidas.

«Me gustan porque hablan de la oscuridad, y en Brasil estamos obligados a vivir alegremente, porque los zombis y la violencia ya corren en el día a día», explicaba Lucas, de 24 años, en la última parada zombi celebrada en el marco del Festival de Cine de Sitges en octubre de 2009. «Querría ser uno de ellos. No tienen problemas. Cogen lo que quieren», explicaba su compañero Guillaume, de 21 años, maquillado con profundas ojeras. «Soy farmacéutico y no tengo el antídoto», ironizaba Mario, de 22 años y residente en Barcelona, tras unas lentillas rojas. «Están a la orden del día, la gente se ha vuelto loca con la gripe A», añadía.

Zombis en estudios científicos

En el Festival de Sitges se presentaron más de 10 pelis del género, entre las que destacaba Snow dead (nazis zombis) o la canadiense Pontypool, en la que el vector de infección no eran los fluidos, sino el lenguaje. Existen artistas que por 80 dólares convierten tu retrato en un muerto viviente. Y el director de posporno Bruce Labruce crea exposiciones sobre la temática. Un experimento del físico Davide Cassi, de la Universidad de Parma, planteó en 2009 un escenario sorprendente. ¿Cómo podrían sobrevivir individuos ante la presencia de predadores ambulantes? La conclusión del estudio, que tenía su plasmación práctica en el comportamiento de las partículas, o la distribución de información por la Red, diagnosticaba que el mejor sistema de supervivencia consistía en refugiarse en edificios de estructuras complejas. Hospitales, universidades y centros comerciales serían los más idóneos para escapar de los cazadores aleatorios, como en la película El amanecer de los muertos, del tío George.

Los zombis se habían convertido en los marcianos del siglo XXI. Durante las décadas de los cincuenta y sesenta, la Guerra Fría había sustentado el terror alienígena. «EE UU tenía miedo de ser atacado por la URSS, con lo que el miedo a un ejército invasor estaba en el subconsciente. Después de todo, el ejército rojo y los habitantes del planeta rojo tiene similitudes», ironiza Doctor Z. Al caer el muro, las masas tambaleantes cruzaron al otro lado. Y en 2009 nuestros miedos eran otros.

Ningún muerto regresado será inocente. Ni Lázaro ni Elvis. Hipótesis: nuestro primer zombi cultural está en la Biblia. Cristo ordenó alzarse al cadáver de Lázaro. La masa aupó a Jesús por el milagro. Horas más tarde, sin embargo, Lázaro empezó a comportarse de un modo extraño. «Masacre en Galilea», escribieron los romanos. Las legiones contuvieron con brutalidad la epidemia. Hasta Cristo recitó aquello de «comed todos de mí».

«Los zombis relatan el ocaso de nuestra sociedad de consumo», me dijo Fernando, de Zombiblogia. «Son una caricatura de nosotros mismos: nos levantamos cada mañana y nos entregamos a una rutina que nos convierte en irreflexivos», me explicó Doctor Z. Al escuchar sus voces en mitad de las ruinas aprieto con fuerza la motosierra. Lo entiendo. Los zombis éramos todos. Tú y yo.

Este reportaje ha sido escrito en el año 2010, meses después de un hipotético regreso de los muertos vivientes.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento