Una buena noticia, dentro de la confusión: estamos pasando de las palabras a los hechos, empieza el juego con fuego real. Porque, aunque suenen trompetas apocalípticas, lo del Parlament y lo del 1-O son solo batallas de una guerra que va para largo. Inútil recordar quién la empezó o buscar refugio en el maniqueísmo. En Cataluña hay tres bloques, visibles: los que ya se ven independientes, los que están espantados ante semejante posibilidad y los que están con el dedo al aire, a ver por dónde sopla. ¿Acaso unos son mejores o peores que otros? No, la mayoría son víctimas de esta guerra, que tiene dimensión legal (por eso moviliza el Gobierno un ejército de abogados del Estado), pero es, sobre todo, política. ¿Quién la ganará? Quien cometa menos errores. Eso vale para Rajoy, Junqueras o Forcadell, que ya ha cometido alguno, pero también para otros, como Iglesias.