La credibilidad de un periodista se mide en atmósferas. La nuestra es una profesión que siempre se ejerció bajo presión constante y de la capacidad de soportarla depende en gran medida nuestra fortaleza profesional. Un periodista vale lo que vale su crédito, la fiabilidad de lo que cuenta.
Manejamos información, un material altamente inflamable sujeto a los embates de toda suerte de intereses que tratan de ponerlo a su servicio. Hay mil formas sutiles de presionar. Pero el insulto, la amenaza, la extorsión o el soborno trazan las líneas rojas de una presión indeseable que la profesión en su conjunto ha de combatir unida y sin ambages para no traicionar el papel que la libertad de prensa cumple en el Estado de derecho. El periodismo no puede bajar la guardia en esa causa imprescindible. No ha de haber dudas ni presentar síntomas de debilidad. Para el periodista la atmósfera cero no existe.
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