El síndrome de Medea, cuando un progenitor es capaz de asesinar a sus hijos como venganza a su expareja

Medea llega a Itálica
Imagen de archivo de una representación de la tragedia griega.
EUROPA PRESS/ATALAYA TEATRO
Medea llega a Itálica

Medea se enamoró de Jasón, con el que huyó tras ayudarle a apoderarse del vellocino de oro. El líder de los argonautas se lo pagó abandonándola años más tarde por Creusa, la hija del rey de Corinto. La respuesta de la princesa cólquida fue degollar, por despecho, a los hijos que había tenido con Jasón.

Es un breve resumen del mito de Medea, largamente representado en escenarios de todo el mundo. Por desgracia, también un trágico suceso que se repite con demasiada frecuencia en la realidad, en todos los países y épocas. Asesinatos que remueven especialmente. Cuando están protagonizados por varones es llamado en ocasiones Síndrome de Medea a la inversa y no es extraño que confluya la violencia machista. Probablemente el caso más conocido en España sea el de José Bretón.

Dentro del trastorno definido como síndrome de Medea, entrarían también las agresiones psicofísicas o afectivo-emocionales de los menores, siendo el asesinato su manifestación más extrema. 

"No existe crimen de comprensión más compleja que el asesinato de un menor por parte de alguno de sus padres", una afirmación que cualquiera podría compartir y que procede de Philip J. Resnick, probablemente el experto que más en profundidad ha estudiado los filicidios, ese acto incoherente de arrebatar la vida que has creado y que ocupa titulares con cierta (siempre demasiada) frecuencia. Ahora a cuenta del presunto asesinato de Olivia y Anna a manos de su padre, David Gimeno.

Los filicidios, y no hablamos aquí solo de los crímenes achacables al síndrome de Medea, son distintos en muchos sentidos al resto de asesinatos. Para empezar, hay un mayor índice de suicidio posterior o de intento de suicidio del asesino. Cheryl L. Meyer y Michelle Oberman en su libro Madres que matan a sus hijos calculan que entre 16% y el 29% de las madres y entre el 40% y el 60% de los padres se acaban quitando la vida.

Según una publicación de 2007 (revisada y corregida en 2021) de la columnista experta de la Sociedad Iberoamericana de Información Científica (SIIC) Sara G. West y la doctora Susan Hatters Friedman, aunque el 95% de los asesinatos a nivel global son obra de los hombres,  "al parecer, la cantidad de asesinatos infantiles por parte de las madres y los padres es más o menos equivalente". 

Por otra parte, "aunque las acciones de ambos conducen a la muerte de un niño, las madres a menudo utilizan métodos menos violentos. Aunque cada caso es particular, un estudio indicó que el filicidio paterno era más probablemente resultado de la ira, mientras que el filicidio materno estaba más frecuentemente ligado al estado mental de la madre".

También según West y Friedman y refiriéndose, "una vez que ha ocurrido el acto filicida, los sistemas legales parecen tratar a las mujeres y a los hombres de modo diferente. Al parecer los padres, cuando son sentenciados por sus crímenes, reciben penas más graves que las madres". Además, "con frecuencia, la sociedad opina que las madres filicidas son “locas” o están impulsadas por enfermedad mental, mientras que los padres son vistos como "malvados"".

De hecho, otra característica propia de los filicidios es el alto porcentaje de enfermedades mentales graves que hay tras ellos. En un 80% de los casos investigados por Philip J. Resnick y otros expertos en 2005, los padres habían experimentado brotes psicóticos. Muertes incomprensibles que, teniendo eso en cuenta, tal vez se antojen algo más entendibles.

Pero no todos los asesinatos de niños están vinculados a una pérdida del raciocinio. Resnick, pionero en clasificar el filicidio y el neonaticidio, habla de otras cuatro categorías: el filicidio accidental vinculado a abusos o malos tratos; el que se relaciona a embarazos no deseados y falta de soporte social y económico; el llamado filicidio altruista, vinculado al llamado síndrome de dios y en el que el progenitor cree estar haciendo un bien ; y en el que los hijos son el vehículo para vengarse de la pareja, que sería el que encajaría con el conocido como síndrome de Medea con el que comenzaba este texto y que también es un tipo de violencia vicaria, la que se ejerce contra aquellos que ama la persona a la que quieres hacer daño, que pueden ser actuales parejas, padres o hermanos, por ejemplo.

¿Cómo es capaz un padre de matar a su hijo por venganza? Según la psicóloga y criminalista Sandra Méndez, con la que 20minutos habló tras el asesinato en Madrid en 2018 de dos niños, uno con discapacidad severa, a manos de su padre y que podría encajar en ese denominado filicidio altruista : "son personas que no tienen empatía, no tienen remordimientos. Y sí hay conciencia del daño que se está ejecutando. Hablamos de un trastorno de personalidad antisocial, de una psicopatía. Hay un móvil, una premeditación previa, aunque a nosotros con nuestro raciocinio más sano se nos escape también".

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