Paul Strand: Wall Street, Nueva York (Wall Street, New York), 1915. Impresión al platino paladio. Colecciones Fundación MAPFRE. © Aperture Foundation Inc., Paul Strand Archive
Tanto en el Lower East Side de su Nueva York natal como en sus viajes a lugares como Ghana o México, este fotógrafo fue capaz de encontrar distintas perspectivas en momentos precisos con imágenes de técnica impecable.
Dignificar la fotografía para equipararla, como disciplina, a otras expresiones artísticas y, al mismo tiempo, convertirla en un vehículo en el que observar otra perspectiva del mundo y nuestro lugar en él. Ese fue el papel de Paul Strand (1890-1976) durante toda su trayectoria.
El neoyorquino dedicó toda su vida a explorar distintos ámbitos de la fotografía. Meticuloso en sus trabajos, prestaba atención al mínimo detalle y preparaba el disparo de cámara buscando la luz perfecta, el encuadre ideal, el momento oportuno.
Su pico de modernidad se dio, en su caso, en los primeros años de su carrera, mientras que en sus últimos tiempos (1950-1960) optó por un cariz más explorador, con una obra centrada en la vida en pueblos y comunidades de distintos lugares. Desde los 40 hasta los 60 recorrió Nueva Inglaterra, en Estados Unidos; Ghana y Luzzara, en Italia. En todos buscaba extraer la relación entre cada territorio y sus habitantes, en sus palabras, “mostrar el modo en el que el tiempo y la historia habían conformado el momento presente en cada lugar que fotografiaba”. Para él, eso era lo más novedoso: ahondar en los contextos en el momento preciso.
Strand tuvo su primer acercamiento a las vanguardias Alfred Stieglitz, considerado su mentor. En su galería de la quinta Avenida, la 291, aprendió a distinguir la mirada de los fotógrafos más adelantados de la época. Esa curiosidad le llevó también al Armony Show, una exposición internacional celebrada en Nueva York en 1913. A los 23 años, Paul contempló obras de un importante conjunto de pintura internacional que iba desde Francisco de Goya hasta Marcel Duchamp, trazando el camino del desarrollo del arte.
Aprendió en su paso por la Ethical Cultural School, donde recibió la influencia de Lewis Hine. En el primer tramo de su carrera exploró la vertiente pictorialista unido al Camera Club de Nueva York; gracias a su primer viaje a Europa en 1911 y a los debates y charlas con distintos pintores, escritores y fotógrafos como Marcel Duchamp, Francis Picabia, Charles Sheeler y el ya mencionado Stieglitz, Strand exploró distintas experimentaciones con puntos de vista y enfoques, así como la fotografía directa (straight photography) y el juego con la abstracción, que marcó buena parte de su obra temprana.
Unos años después, en 1920, se unió a Charles Sheeler para realizar una de las películas pioneras en el lenguaje fílmico de la vanguardia. Manhatta, inspirada en el poema de Walt Whitman Mannahata, narraba el ritmo trepidante de la ciudad de Nueva York en una jornada. En los años 30, y tras algunos desencuentros con el proceso de revelado y las dificultades a la hora de obtener copias de fotografía fija, volvió al mundo del cine para trabajar en Redes, una de las obras documentales más importantes de la época en torno a México.
El cine fue también una influencia para él a la hora de plantear su obra fotográfica. En 1950 expresó su admiración por el neorrealismo italiano, en el que veía reflejado lo que él pretendía capturar. Convirtió en modelos a seguir a cineastas como Roberto Rossellini y Vittorio de Sica, y a partir de esa década combinó su trabajo como fotógrafo con su pasión por el cine y la producción de libros.
De espectador a artífice
Paul Strand pasó de ser un admirador de distintas corrientes a convertirse en uno de los nombres más representativos de la Straight Photography y del cine de vanguardia. Gracias a los conocimientos de arte contemporáneo que había adquirido a lo largo de los años desarrolló una capacidad y una intuición que desembocaron en una obra adelantada a su tiempo, nutrida también por una agudeza visual capaz de configurar su visión del arte y su mirada, que nunca dejó atrás los aspectos formales.
Fue, no obstante, un paso más allá de la revelación de esa belleza formal. Se comprometió, como artista, para recoger las vías del documentalismo para igualar forma a contenido. Sus obras, pulcramente ejecutadas, quisieron también reflejar la realidad del momento cada vez que pulsaba el disparador.
Una agudeza visual capaz de configurar su visión del arte y su mirada.
Ese legado de Paul Strand, gran influyente en la fotografía actual, se puede disfrutar en una primera retrospectiva monográfica dentro del nuevo Centro de Fotografía KBr Fundación Mapfre en Barcelona. 110 fotografías de las 131 que conserva la Fundación, la colección más completa del autor custodiada en una institución europea, se mostrarán en cuatro secciones conformadas a través de la manera de trabajar del artista y su modo de ver el mundo.
Tras un primer periodo pictorialista, Strand aprendió a trabajar con el movimiento de los peatones desplazándose por la calle. Con la tutela de Stieglitz y siguiendo también a Alvin Langdon Coburn, comenzó a fotografiar elementos urbanos como viaductos, puentes y edificios altos de la ciudad, con la contraposición de los viandantes como representación del movimiento. Esas imágenes son un gran reflejo documental y cotidiano de la época, unas características que se convirtieron en representativas dentro de la fotografía urbana del siglo XX.
Fue precisamente Stiegritz el que ofreció, en marzo de 1916, una exposición en su galería 291 con fotografías de carácter pictorialista y algunas de época reciente. Una selección de las mismas se publicó en Camera Work en octubre de ese año; entre ellas, Wall Street, 1915, firmada por Strand y convertida con el tiempo en un icono de su producción dedicada a la fotografía callejera. En la fotografía, los dos pilares de su obra se entrecruzan: contenido y forma, aspectos a los que él daba especial importancia.
Las influencias de Strand en estos trabajos bebían también de las enseñanzas del cubismo en los encuadres y las formas geométricas; del impresionismo, al que recuerda la incidencia de la luz sobre los objetos; y a la pintura abstracta, con juegos de imágenes de bodegones, fachadas de casas u objetos cotidianos que, al mismo tiempo, dejaban ver la belleza de las formas de la naturaleza de forma personal y cercana.
Urbanos o naturales, los paisajes representaron un género dominante dentro del romántico. La visión de la naturaleza acercaba a los artistas a una pintura cargada de sensaciones, algo que influyó en gran medida en el pictorialismo fotográfico. A través de las enseñanzas del acuarelista y dibujante Alexander Cozens (1717-1786) se desarrolló una teoría del arte basada en la reducción y simplificación de las formas, algo que absorbió Strand en su primera fotografía. En obras como El río Neckar, Alemania (1911), Bahía de Shore, Long Island (1914), o Invierno, Central Park, Nueva York (1913-14) se descubre su camino a la abstracción a través de este género.
Existe a partir de 1916 un punto de inflexión: Strand entra a formar parte de un exclusivo grupo de creadores de vanguardia, lo que hizo que sus temas y su modo de ver el arte cambiaran de forma sustancial. Es en ese punto cuando le seduce el movimiento de la ciudad y sus ritmos, a veces frenéticos, los rascacielos y las vistas urbanas.
Son cuatro los años que pasa sumergido en la urbe hasta que, en 1920, regresa a la naturaleza desde una concepción inspirada por Cézanne. En México realiza, entre 1932 y 1934, una serie de fotografías que establecen una profunda relación entre la fisionomía de los lugares y sus habitantes. La búsqueda de este nexo motiva una buena parte de sus proyectos posteriores, en los que Strand se acercaba a la realidad de la gente, a sus momentos presentes, con un trabajo pausado. Sus instantáneas tenían detrás una exploración de las relaciones complejas entre los temas y sus contextos, implantando un lenguaje distinto al que establecía en sus primeras fotografías.
Abstracción, tazones, Twin Lakes, Connecticut (Abstraction, Bowls, Twin Lakes, Connecticut)
1916
Plata en gelatina
Colecciones Fundación MAPFRE
© Aperture Foundation Inc., Paul Strand Archive
Esta combinación de naturaleza, mundo rural y cultura popular sostiene los libros de fotografía que publicó a partir de 1950. Ese giro hacia lo natural no se dio solo en su fotografía, sino también en su vida: en 1955 abandonó las grandes ciudades y se instaló en Orgeval, un pequeño pueblo de la región de la Isla de Francia con menos de 2.000 habitantes, donde compaginó viajes con el cuidado de su jardín, protagonista de uno de sus últimos proyectos fotográficos.
En otoño de 1916, Paul Strand decidió explorar el Lower East Side de Manhattan, en Nueva York, para hacer retratos de personas comunes que ignoraban que estaban siendo fotografiadas. Eso se traducía en imágenes naturales, cercanas y realistas. Con un objetivo falso en la cámara, que le obligaba a moverse rápidamente, capturaba momentos cotidianos de obreros de distintos grupos étnicos. Se concentraba en las cabezas, en sus expresiones, y revelaba una intimidad que tuvo en Mujer ciega (1916) uno de los primeros ejemplos.
En 1932 viajó a México invitado por Carlos Chávez, por aquel entonces director del Conservatorio Nacional de Música, que le animó a trabajar en el país. Lo hizo hasta 1934, periodo en el que se centró en la realización de películas. Para rodarlas viajó por distintas localidades, realizando a su paso un trabajo fotográfico de inmersión en la cultura. Es una época rica en paisajes, en construcciones, mercados y objetos, entre ellos los denominados ‘bultos’ -figuras religiosas talladas y pintadas de las iglesias mexicanas-. Este viaje se aprecia en el portfolio Photographs of Mexico, publicado en 1940 y en el que se incluyen, principalmente, fotograbados de esculturas religiosas como el Cristo con espinas, Huexotla, México (1933) y retratos como Hombre, Tenancingo, México (1933), que recuerda a aquellos que realizaba en la primera década del siglo.
Fue una época en la que Strand trató de forma similar a todos los motivos, ya fueran humanos, objetos o esculturas populares, capturados con la misma dignidad impoluta, como si hubiese encontrado allí algún tipo de trascendencia escondida entre los blancos de las iglesias y lo oscuro del cielo. A partir de ese momento, asume ese modo de trabajar, algo que se refleja en sus imágenes tomadas en Nueva Inglaterra (Estados Unidos), en Ghana o en Luzzara (Italia).
Datos prácticos
Comisariado por Juan Naranjo
Producción: Fundación MAPFRE
Cuándo: Hasta el 24 de enero de 2021
Dónde: Centro de fotografía KBr Fundación MAPFRE (Avenida del Litoral, nº 30, 08005. Barcelona)
Entradas: 5 euros con acceso a las dos exposiciones temporales (reducida, 3 euros)
Más información en: https://kbr.fundacionmapfre.org/
BlueMedia Studio para Fundación MAPFRE – Texto: Beatriz Langreo | Diseño web: Beatriz Areste