Plano contrapicado

Aquí te cortan las alas, allí la cabeza

Deepika Padukone twitter

El Universo cinematográfico ofrece casi tanta variedad de especies y situaciones en las que éstas se desenvuelven como las que hicieron las delicias de Charles Darwin, aunque no estoy muy seguro de si entre ellas podría establecerse una cadena evolutiva que a partir del antepasado común, pongamos los Lumiére, y mediante un complejo proceso de interacción y selección natural nos condujera al disparate del panorama actual. O a la inmensa, contradictoria y riquísima variedad de fenómenos cinematográficos que hoy podemos observar.

Desde el sunami de abusos sexuales en Hollywood hasta el más modesto estreno de una humilde producción en algún lugar del planeta; desde la inimaginable e incomprensible ausencia de Juan Diego en las nominaciones a los Goya de este año hasta el apabullante estreno urbi et orbi de la penúltima entrega de la saga galáctica, que no concluirá hasta que a las ranas les crezca el pelo; desde la irrupción de las plataformas de exhibición en línea que están cambiando el paradigma del consumo a escala mundial hasta la apertura de nuevas salas que reviven el espíritu de los viejos cineclubs… el mundo del cine es un inmenso océano donde conviven desde grandes cetáceos hasta microorganismos a los que nosotros nos acercamos con insaciable curiosidad y a veces nos dejan perplejos.

A finales de septiembre leí este titular: “AMC permitirá a The Walking Dead decir 'fuck'... ¡dos veces por temporada!” No me negarán que tiene mérito este derroche de progresismo, de flexibilidad moral, de altura de miras en una serie en la que los muertos se pasean tambaleantes con las tripas al aire o con la cabeza colgando si acaban de recibir el impacto de un bate de béisbol, el disparo de una escopeta recortada o una vistosa descarga de ametralladora. Imagino que tal disposición responde a la preocupación de los directivos de la cadena AMC por la salud anímica e intelectual de los espectadores y que no otra cosa les ha llevado a permitir ¡hasta dos veces, en el total de 16 episodios de la octava temporada! y en aras al realismo y verosimilitud la –grosera- libertad de expresión de Negan, el personaje que interpreta Jeffrey Den Morgan, que hasta ahora tenía el “fuck” colgando de los labios como quien lleva un cigarro convertido en colilla maloliente. Es bien sabido que las palabrotas hieren más a los oídos que las detonaciones de las armas y en Estados Unidos las primeras se pueden limitar pero las segundas no.

Tampoco gustan mucho alli  las bromas pesadas o indigestas, lo cual demuestra a veces que desde que tienen un presidente tan gracioso el sentido del humor es un valor a la baja. Resulta que en verano la CNN sometió a un auto de fe a la actriz y comentarista Kathy Griffin, que había tenido la delicada idea de posar con una cabeza ensangrentada. Hasta ahí, no era más que una imagen que parecía extraída de una campaña de la serie mencionada arriba, ligeramente subidita de gore. Lo malo es que la cabeza presentaba un rostro sospechosamente parecido al del presidente de la nación, ese señor que aprueba bajar los impuestos  a los ricos y éstos le dicen que tampoco se pase, que vamos es lo nunca visto, ya quisiéramos que los nuestros tomaran nota. “Pido mis más sinceras disculpas, acabo de ver ahora la reacción a esas imágenes”, se arrepintió de su pecado la actriz en Instagram. “Fui demasiado lejos”. Y añadió que sólo estaba “haciendo una broma sobre el bromista en jefe”. Pero ese acto de contricción no impidió que la CNN la fulminara.

Y ya que hablamos de cabezas cortadas yuxtaponemos estas simpáticas anécdotas con este otro titular de hace un mes: “Un político de la India ofrece 1,6 millones de dólares por decapitar a una actriz”. Y no se trata de una broma de mal gusto ni de una metáfora forzada. Aquí la cosa vira del castaño a oscuro, oscurísimo. Aquí ya no se trata de que una serie busque y contente a su audiencia más fiel (la que, según parece, votó a Donald Trump) con melindres y bobadas. Aquí topamos con las creencias religiosas y la interpretación fanática que conduce a un grado muy superior de barbaridad. ¡Ríete tú de nuestra clase política! Nuestra derecha patria es el culmen de la civilización comparada con la que se estila en India. Aquí se aplica la Constitución a nuestra manera, a golpe de decreto y luego ya si eso ya hablamos, en la cárcel o por plasma, pero allí tan pronto te amenazan con cortarte la nariz como, peor aún, ofrecen recompensa por tu cabeza, como en el viejo oeste americano.

Una de las grandes estrellas del país de Gandhi, de nombre Deepika Padukone, tuvo la mala suerte de protagonizar una superproducción, Padmavati, que recreaba la leyenda de una reina hindú dispuesta a arder como una antorcha antes que ser hecha prisionera por el bárbaro musulmán Alauddin Khilji, de cuyas intenciones no debía fiarse ni un pelo. A las puertas del estreno de lo que se esperaba que sería la sensación del año alguien difundió un rumor cargado por el diablo, como mandan los cánones, que obligó a la productora a cancelarlo todo. Conforme a ese rumor, en una escena del filme la reina Padmavati soñaba con un encuentro calentito con Khilji, lo cual está muy pero que muy mal, según el recto entender de los hindúes más ortodoxos –otra vez los guardianes de la moral al acecho, que como se ve están en todas partes y latitudes-. Y como los desmentidos no se los cree ni dios, por mucho que insistieran en ellos los autores, comenzó una campaña de improperios, acoso y amenazas de todo jaez contra la película, contra el director, Sanjay Leela Bhansali, la actriz, Deepika Padukone, y el que llevaba los tés verdes cuyo nombre no figura en los créditos. El líder del grupo derechista más influyente, Kari Sena, amenazó incluso con cortarle la nariz a Deepika, sin pararse a pensar qué podría hacer después con ella, el muy bestia.

Pero el más cafre, de irresistible instinto asesino, el líder del diestro partido gobernante BharatiyaJanata (BJP) de nombre  Suraj Pal Amu, tiró por la calle de en medio y decidió entrar en competencia directa con el ayatolá Jomeini cuando allá por 1989 no había sinapismo que le calmara por la publicación de la novela Los versos satánicos y puso precio a la vida de Salman Rushdie. El tal Suraj Pal Amu, sin necesidad de proclamar ninguna fatua, ofreció una recompensa en efectivo equivalente a 1,3 millones de euros a quien emulara a Salome y le presentara la noble y bella testa de Deepika Padukone. En la información de Channel News Asia no consta si mantendría el precio en caso de que ésta fuera presentada sin apéndice nasal. También proponía decapitar al director, Sanjay Leela Bhansali, pero no tengo claro si debía entregarse la prueba del delito en el mismo paquete, o aparte, y si la módica cantidad propuesta sólo era canjeable a cambio de ambas cabezas juntas o por cada una de ellas. La cinta, por si acaso y mientras se van aclarando las autoridades, ha sido prohibida en algunos estados de la India, tales como Uttar Pradesh y Rayastán.

Ya ven qué cosas tiene esto del cine y a qué diferentes embates deben hacer frente quienes lo hacen. En Hollywood si te portas mal te cortan la lengua, pero figuradamente, o te mandan a hacer terapias en clínicas muy caras, si la cosa es realmente grave, mientras te muestran la puerta de salida de la industria. En Bollywood lo tienen más crudo. En la India, donde la compañía fabricante Manforce puso en circulación una línea de preservativos con sabor a achari, un condimento de aceite extremadamente picante utilizado en la cocina del sur de Asia, porque las gomitas con sabores a banana o frambuesa les parecían mariconadas, no se andan con contemplaciones y si hay que cortar cabezas de los infieles se pone una pasta sobre la mesa y a esperar…