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Al nervioso ritmo que marca el eco de ese sonido ya perdido de los teléfonos fijos en las estancias en crisis va discurriendo esta académica, correcta y poco ambiciosa recreación de la crisis de los rehenes en la embajada de Irán en Londres en 1980. Meses después del desastre de la más conocida operación en la delegación de EE UU en Teherán, en plena revolución jomeinista, el meollo de la tristemente célebre War on Terror, atribuida a Bush, comenzó aquí, en los inicios de la era Thatcher: la Dama de Hierro empezó a marcar su territorio, y (un dato que podría ser el principal testamento de esta película en tres tiempos sin la gracia de Sí, ministro) sentó las bases de la moderna respuesta occidental en situaciones similares en las que se combina la negociación, con la respuesta militar y (quizá lo más importante) la atorrante, aunque necesaria, presencia de los medios de comunicación. Abbie Cornish, Jamie Bell y Mark Strong (que necesita poco para imponerse con su mera presencia) representan esos tres ámbitos que no acaban de interactuar en una narración que se sigue bien pero que habría necesitado una chispa para romper la cadencia del diálogo entre auriculares retro. Una visión verborreica en la línea devastadora de Armando Ianucci, por ejemplo. O, en el otro extremo, un filme de acción extrema. En el punto medio estaba, por una vez, la ausencia de complicaciones, pero no estaba la virtud.