Ali

Trabaja en un hipermercado, no cree en el amor y tiene extrañas teorías sobre prácticamente todo. Puede que Ali, el personaje, y Ali, la película, parezcan a priori un eco fuera de lugar y tiempo del cine indie norteamericano de los 90. Y probablemente sea así, pero su escritura sensible y sobria –se disculpa algún excesillo adolescentil– y, sobre todo, el magnetismo de Nadia de Santiago, centro de gravedad del filme, la convierten en una película especial a la que es difícil no coger un cariño casi instantáneo. 

VEREDICTO: Nadia de Santiago sostiene una peli pequeña y con encanto.