Black Mass

El caso del ascenso y caída del gangster James ‘Whitey’ Bulger está tan lleno de detalles bizarros y giros improbables que resulta frustrante comprobar cómo esta película lo convierte en un compendio de elementos ya vistos en ficciones previas sobre el submundo criminal. De hecho, de no inspirarse en una vida real el director Scott Cooper podría sin duda ser acusado de abusar de los clichés del género. Más concretamente, cualquiera que lamente que ha pasado demasiado tiempo desde que Scorsese hizo su última película de mafiosos, y que no tenga gustos demasiado exquisitos, sin duda disfrutará de las imágenes de cadáveres embutidos en maleteros, maleantes asesinados de un tiro en la cabeza y trifulcas en sórdidos bares. Pero Cooper no es Scorsese. 

Considerado por sí mismo, Black Mass es un biopic solvente pero no memorable, trufado de coloridos personajes secundarios y certero capturando la atmósfera del tiempo y el lugar en los que transcurre, que por otra parte simplifica las relaciones entre varios personajes clave en buena medida porque Cooper no parece estar seguro de cuál es la trama que más le importa. Tampoco parece entender qué es lo que hace de Bulger un personaje fascinante, y es por eso que puede darse con un canto en los dientes por el hecho de que Johnny Depp compense esa carencia dándole vida de forma tan poderosa. El empeño del actor en enterrarse bajo capas y capas de maquillaje y aderezos protésicos vuelve a dar miedo, pero esta vez, por los motivos correctos.