Canción de Nueva York

Peter Parker ha vuelto a la ciudad. Ha madurado, apura sus años universitarios, cambió Queens por el Upper Manhattan y ya no sale en mallas a combatir el mal. Sin embargo, sigue buscándose a sí mismo. Qué buen Spider-Man habría sido Callum Turner (Reina y patria) y qué bien representa el cambio que Marc Webb se ha autoimpuesto tras The Amazing Spider-Man y, sobre todo, (500) días juntos. Amada y odiada por igual, la deriva de su cine ha provocado que los haters estén convencidos de su cruzada contra la romcom más resultona de la década.

Un temazo, un gran reparto acaso algo desconcertante (gran Jeff Bridges a lo El rey pescador) y un paseo por Nueva York. Con esos tres argumentos le basta a Marc Webb para flotar tras el éxito insospechado (qué esperar de un Chris Evans a lo Muccino) de Un don excepcional. No sabemos si Webb pretendía un nuevo El graduado, pero los ecos de Simon y Garfunkel que dan título al filme (The Only Living Boy in New York) y las relaciones que se establecen no son suficientes. La película se mueve bien entre la intelligentsia neoyorquina, en ese vago retrato que puede ir de Woody Allen a Girls, pero lo que empieza como un Manhattan Loving Mistery toma el camino del drama sentimental, como si el director se viese obligado a plantearnos una disyuntiva entre seguir viendo vidas de ricos en la gran ciudad (planazo, oiga) y lo que realmente importa.