Con quién viajas

Con cuatro ruedas, cuatro actores y cuatro acordes, el debutante Martín Cuervo intenta subirse a las barbas del célebre canon hitchcockiano sobre bombas de relojería, víctimas ignorantes y público sin uñas. Esto es: sabemos que algo turbio e inesperado se cuece en el coche compartido camino Cieza y en sus pirandellianos ocupantes, y esa inquietud es amasada durante la primera mitad del trayecto, o del metraje, por el director (y también guionista) de forma cómplice y meritoria. 

Otra cosa es cuando se descubre el pastel, o pasteles, y el artefacto explosivo arriba mentado parece más bien comprado en los chinos, lo cual tampoco quiere decir que no funcione del todo. Lástima, pues, de un libreto mejor pulido para rematar una faena que, hasta entonces, nos había proporcionado ciertas risas más o menos nerviosas, algún agradecido giro argumental y hasta un curioso uso de las nuevas tecnologías aplicadas al hilo tensado (¿qué hubiese hecho Ford si, en la época de La diligencia, hubiera existido absurdamente el WhatsApp?).

Tampoco ayudan un nulo afán de riesgo en la puesta en escena, un par de cabos extrañamente sueltos o un nivel interpretativo bastante descompensado, donde destaca un Salva Reina que pasa de vena psicópata a tolili con pasmosa (aunque demasiado recurrente) facilidad. En definitiva, un viaje breve, moderadamente intenso y que, por fin, hace justicia millennial a Los Brincos.