Crítica de 'El insoportable peso de un talento descomunal'

Podría decirse que la segunda película de Tom Gormican representa un punto de llegada lógico para la carrera de Nicolas Cage; en ella, después de todo, el actor interpreta a una versión ficcionada de sí mismo en la que presumiblemente se mezclan la persona real y el meme andante. Gormican parece pretender emular el juego de espejos para el que Cage ya sirvió de base en El ladrón de orquídeas (2002), pero que El insoportable peso de un talento descomunal carece tanto de la ambición como de la sofisticación necesarias para cumplir ese objetivo. En realidad es más bien una comedia ‘bromántica’ de acción en la línea de Superfumados (2008).

Las referencias constantes a otras películas de Cage proporcionan momentos cómicos de eficacia indudable. Sin embargo, son todo lo que la película ofrece en ese sentido. Construye su humor una y otra vez sobre el mismo chiste, y entretanto no logra decir nada relevante ni sobre la interpretación ni, en realidad, sobre las complejidades de su protagonista. 

Aunque algunos de sus chistes fingen echar sal en algunas de las heridas acumuladas por Cage con los años, todos ellos son cumplidos disfrazados de pulla. Al final, uno sale de El insoportable peso de un talento descomunal con la sensación de haber visto a Cage rindiéndose tributo a sí mismo. Y quizá el mayor problema no es que el actor no merezca un homenaje, sino que merece uno algo mejor que este.