Crítica de 'Entre rosas'

La fine fleur, la flor refinada, es el título original de esta película de Pierre Pinaud para hacer referencia a la vez a las rosas con las que trabaja la protagonista y a la actriz protagonista, Catherine Frot, en una historia construida para ella, como madame de rosas, una creadora de estas flores delicadas y bellas que sirven como escenario y metáfora. La decadencia de la belleza, la falta de interés por lo verdaderamente bello que no se consigue en minutos, sino que requiere paciencia, mimo, cariño, buen olfato, buena vista. 

En un mundo que parece celebrar lo feo, es maravilloso ver que hay gente dedicada aún a una profesión así. “La vida sin belleza, ¿qué es?”, se pregunta Eve, esta inventora de aromas y pétalos que está a punto de perder el negocio y arte heredados de su padre. Lo pierde frente a las grandes corporaciones, al nuevo dinero, dejando así hueco en Entre rosas para el mensaje contra el mercantilismo desvergonzado que se hace fuerte entre hasta entre estas flores. 

Y también, aunque nunca deja de ser una comedia ligera y tierna, hay espacio para el conflicto social y de clases cuando la asistente de Eve contrata a tres personas desempleadas para ayudar con la plantación. A los tres los va cuidando y mimando sin querer casi como a sus plantas, como ellos a ella, y todos, una vez han florecido, pueden seguir con su camino, sin necesidad de ser la rosa estrella del jardín.