Crítica de 'Gora automatikoa'

Tal y como advertía BoJack Horseman en sus últimas temporadas, y como comienza a evidenciar el devenir de Rick y Morty, la animación para adultos puede ser un mundo de posibilidades inabarcables, pero también un laberinto en el que todas esas posibilidades se convierten en un callejón sin salida. Algo así le sucede a Gora Automatikoa, la respuesta de David Galán Galindo (Orígenes secretos), Esaú Dharma y Pablo Vara a la victoria de La gallina Turuleca por incomparecencia de rivales en el Goya a mejor película de animación. 

Una contestación al vacío del largometraje de animación cargada precisamente de aquello que pretende criticar: la broma, lo superficial, la nada. Se atisban ideas interesantes en su mezcla de animación y algún que otro chiste ingenioso (especialmente el sketch de Supercampeones o el Baby Yoda a la española: Pussy Posey) entre tanta vulgaridad disfrazada de irreverencia, pero todo termina devorándose a sí mismo en ese afán por ser lo más ‘meta’ posible y darle a todo la vuelta. 

Tanto, que por ello nos hemos cuidado de no usar las mismas palabras que la diegética crítica de Andrés Trasado. De hecho, es lúdica en cuanto a aprender a tomar prestado de otros. Porque no creemos que Gora Automatikoa sea “un insulto para el cine y para España”, solo un “En su cabeza era espectacular”.