Crítica de 'Irati'

Entre criaturas mágicas y deidades de la mitología vasca, el cineasta Paul Urkijo reitera su pleitesía a la cosmogonía del norte de España en su segundo filme tras Errementari (El herrero y el diablo). Un tributo al folclore patrio que se situaba como marca de éxito en otros filmes precedentes como Akelarre y El guardián invisible.

En esta ocasión, Urkijo hace malabares con un presupuesto paupérrimo para un proyecto de esta envergadura, emulando con éxito las grandes producciones de capa y espada hollywoodienses e introduciéndonos de lleno en una narración atípica sobre la proclamación del primer rey de Pamplona. Una apuesta arriesgada en su presentación ante el público en el euskera de tiempos inmemoriales, que brilla precisamente en su abrazo a las raíces y en su oda a la naturaleza, vinculada estrechamente a las leyendas que recoge.

Eneko Sagardoy repite con Urkijo, ahora en el heroico papel del monarca atormentado por su pasado y en la búsqueda de la grandeza, demostrando una nueva faceta en su camaleónica trayectoria. Un personaje frente al que encontramos en el apartado más onírico a una interesante debutante Edurne Azkarate y a una talentosa Itziar Ituño, siempre a la altura de la diosa a la que interpreta. Un trío de ases para una propuesta fascinante.