Crítica de 'Matadero'

“Espero que puedan ver más que muertos en estas imágenes”. Son palabras del personaje de Jared Reed (Julio Perillán) en Matadero, cuando la ficticia película maldita cuya producción se rememora en la primera ficción de Santiago Fillol está a punto de ver la luz, tras años en la sombra a causa de una tragedia. Pero ¿qué sucedió exactamente durante ese rodaje, hace 40 años?

Entre el thriller político y el cine dentro del cine, Santiago Fillol aborda la naturaleza fantasmática y violenta del hecho cinematográfico, réplica a su vez de las relaciones de poder del mundo, con los postulados de puesta en escena de Jacques Tourneur palpitando en cada pliegue de la imagen. Matadero va del presente al turbulento pasado de Argentina para reflexionar sobre lo que se ve y, muy especialmente, sobre aquello que permanece oculto.

Reed está adaptando Matadero, libro fundacional de Esteban Echevarría (1938), pero nada más empezar la cinta Fillol nos adelanta que esa película jamás se vio en los cines. Durante el rodaje, intuimos que ese director ficticio tiene cierta querencia por la violencia, pero Fillol no la muestra abiertamente. El horror, no obstante, se va apoderando de la película, en un fuera de plano que, como un agujero negro, lo absorbe todo dejándote vacío.