Crítica de 'Oink Oink'

Al final de Babe, el cerdito valiente, la película de Chris Noonan que revolucionó hogares en los 90, el granjero Arthur le dedica al animal protagonista seis simples palabras: “Bien hecho, cerdito, así se hace”. Es un cierre perfecto para un clásico infantil en toda regla, que refuerza su tesis a través de esa peculiar conexión entre ambos.

Oink Oink, debut en el largo de la holandesa Halberstad, nos trae a una nueva figura porcina fílmica a través del homónimo Oink, adoptado por el abuelo de la pequeña Babs con intenciones más pérfidas de lo esperado. Y la mayor lección que conserva de su predecesora es forjar todo pilar emocional a través de la relación entre Babs y su nueva mascota. Y es una ternura que se traslada a todas partes. 

Su tesis animalista, también reminiscente de otras obras de culto en el medio animado (esa maravillosa Chicken Run de Aardman), funciona en especial cuando está supeditada a ello; y hasta logra que su escatología recurrente termine resultando encantadora y dulce. 

Y aunque su inicial costumbrismo narrativo, que encaja a la perfección con su uso del stop motion, termine dando pie a una delirante persecución climática que acentúa su comedia absurdista; la película jamás pierde el norte y lo devuelve todo a Babs y a su Oink de forma satisfactoria para todo público. En palabras de Arthur: así se hace.