Crítica de 'Sinjar'

Qué milagro una vez más la existencia y perseverancia de un tipo de cine preocupado por retratar el mundo de hoy en toda su crudeza. Y hacerlo desde los márgenes, desde cinematografías que, en principio, poco tienen que ver con la realidad que retratan. De aquí precisamente el milagro: ¿cine catalán que retrata la radicalización para entrar en Estado Islámico?

Pues sí. Un tipo de cine, insisto siempre, que rompe reglas y expectativas, una de los grandes cometidos del cine, uno de los motivos por los que a pesar de los pesares, no cesa su capacidad de fascinarnos y de insistir en contar cómo somos, cómo sentimos, qué nos une y nos separa. Objetivo quimérico dados los tiempos que corren pero no imposibles para esta estupenda película de Anna Bofarull, que a través de tres historias nos cuenta las vidas destruidas por una de las sinrazones más flagrantes de nuestro tiempo: el terrorismo, la ideología obcecada, el odio como motor de tantas vidas cercanas a nosotros que creemos lejanas y recónditas.

Huye de lo mostrenco, depura la mirada y hace no pocas dianas en el trazo de unos personajes complejos, atribulados, muy difíciles de interpretar y que los actores sirven con clarividencia. Tal vez no sea especialmente sorprendente cuanto a relato y contenido –bambolean por la memoria cinéfila otros filmes similares– pero muy poco, casi nada que reprocharle.