Crítica de 'Suro'

Elena y su compañero Iván, una pareja de Barcelona, deciden instalarse en una casa en el Ampurdán, en un entorno rural ya muy contaminado por la presencia de lo urbano. Su intención es cambiar de vida ahora que esperan su primer hijo. Pero la oscura y potente ópera prima del joven cineasta Mikel Gurrea va mucho más allá de este enunciado. 

En Suro se plantean varios conflictos en paralelo: el de lo urbano y lo rural el primero, pero también el de pareja, donde los roles oscilan entre una dominante Elena, que sabe cuál es el lugar que ocupa, y un inadaptado Iván que intenta integrase; o el de clase, que aflora en las tensiones con los trabajadores, en especial con los inmigrantes, dejando ver un sutil racismo nunca aceptado abiertamente; o el más importante de todos, el que se produce entre lo que Iván y Elena creen que son (ecologistas, progresistas) y lo que de verdad son (propietarios y explotadores). 

Todo enmarcado en un bosque de alcornoques de los que se extrae el corcho, un corcho que acaba siendo casi una metáfora de la pareja que interpretan Vicky Luengo y Pol López, cada vez menos sensibles a lo que les rodea, menos empáticos con su entorno, hasta llegar a un último plano que no dudo en considerar uno de los mejores finales del cine español donde se demuestra que cambiar de paisaje no es suficiente para cambiar lo que de verdad somos.