Crítica de 'Tadeo Jones 3. La tabla esmeralda'

La historia de la franquicia Tadeo Jones es la historia de un perpetuo viaje físico y, sobre todo, identitario en pos de la globalización. El personaje tiene bastante más que ver con James Bond que con Indiana Jones. En esta tercera entrega, viaja más que nunca y a más velocidad. Son notables la planificación de las constantes escenas de acción, un prodigio técnico que sitúa a la animación española en primera fila. 

Por eso de que el viaje nos hace más sabios, y cambia su personalidad. Nacido como cortometraje en Vallecas, en su debut en el largo hizo una sorprendente mudanza a Chicago. Con la carta verde le incluyeron los prejuicios de EE UU hacia sus vecinos del sur. Una incorrección política que se ha curado con el tiempo. Otro tanto puede decirse del misterioso caso de los pechos menguantes de Sara Lavrof, su inseparable colega.

Alguien debió de advertir que en la primera entrega se habían pasado con su talla de sujetador, más propia de un hentai que de una película familiar. Mamoplastia mediante, desde un punto de vista ideológico esta tercera entrega es la de mayor peso femenino. El personaje de la momia Ra Amon Ah parece diseñado en un descanso de Buenismo bien, programa radiofónico de uno de sus guionistas, Manuel Burque. Su personalidad plantea la crítica al borrado de las mujeres en la historia, aunque, paradójicamente, repite la cosificación de sus cuerpos como hiciera con Sara.