Crítica de 'Tros (Tierras)'

Las primeras y bellas imágenes de campos recios, despojados de sustrato animal, entre Dovzhenko y Pete Seeger, parecen sembrar los cimientos de esta película, debut como director de Pau Calpe: la tierra más o menos baldía como omnipresencia y obsesión, en este caso del protagonista, un payés amargado (estupendo Pep Cruz) por culpa de que su hijo (siempre atinado Roger Casamajor) ha preferido surcar otros derroteros vitales. 

El anunciado drama paternofilial se resquebraja, o se desenfoca, cuando irrumpen un homicidio y una fuga que marcan el tono verdadero de la narración, empapada por un fatum implacable, al estilo de los relatos de Donald Ray Pollock aunque sin tanta afición por la casquería o el brutalismo. 

Así, nos encontramos con interesantes ideas (esos flashbacks bien ensamblados, algunos valiosos detalles de la complicada relación entre padre e hijo o esa persecución nocturna hábilmente rodada), junto a piedras en el camino difíciles de sortear, como cierto maniqueísmo en los comportamientos humanos y, sobre todo, un nivel discreto en los personajes secundarios (la cuadrilla de amigos, los mossos al acecho, la “mujeruca” cómplice y en 1º de Frances McDormand...) que acaban por lastrar el resultado hasta descompensarlo y volverlo poco arriesgado, convencional. Al final, y pese a la brevedad del filme, queda un prolongado regusto amargo, incluso amateur y, en efecto, demasiado terroso.