Crítica de 'Las jaurías': idas y venidas de un padre y un hijo abandonados a su suerte

Una noche en Casablanca. Rostros marcados, cogotes agitados, perros sangrientos, polvo, sudor, miseria física y moral. El debut del cineasta marroquí Kamal Lazraq se llevó el Premio del Jurado en la sección Un certain régard del Festival de Cannes 2023 gracias a la garra de su cámara al hombro, a los ojos inyectados en sangre de un grupo de actores no profesionales y a la capacidad casi física que tiene su cine de arrojarnos a las malas calles y de hacernos meter la cabeza en ese maletero del coche, entre las mortajas de un cadáver cuya vida vale menos que la de un perro abandonado. Porque de eso se trata en esta vibrante odisea escrita a escupitajos, de hacernos calcular al peso lo que queda del alma humana entre muertos vivientes. 

Lloran los espectros que pueblan la noche de este ir y venir desacompasado pero contundente de un padre y un hijo abandonados a su suerte. Y los perros son el último espejo en el que querrían mirarse unos personajes que, como el cadáver al que acaban uniendo su destino, en una ciudad que no se cita, como si no se quisiera romper el embrujo de su eco cinéfilo, solo buscan una purificación antes de enfrentarse al terrible resto de sus vidas.