Crítica de '¿Quién teme al pueblo de Hitler?': revelaciones que quedan incrustadas en el alma

Impresionante documental, adictivo, doloroso, de una fuerza histórica y fílmica colosal. Sin aspavientos, sin experimentar con nada, muy clásico –seguro que hay quien le reprocha ser demasiado televisivo– confiando en la fuerza de su investigación, logran un calado emocional sorprendente. La casa de Hitler, sí, la casa donde nació. Su pueblo, Braunau, en Austria, el yugo que cuelga de él por ser la villa natal del Führer. “No digas que eres de Braunau, di que eres del norte de Salzburgo”, valga esta declaración para entenderlo todo.

Algunas revelaciones se te quedan incrustadas en el alma. Delante de la casa de Hitler hay, desde 1989, una piedra del campo de Matthausen que, en 2020, quiso ser retirada y la casa convertida en comisaría. La presión popular fue inmensa. Los años posteriores a la Guerra, la casa de Hitler ¡fue una escuela! Impresiona el momento en que el director descubre a un admirador de Hitler que le deja una corona de flores y un vecino la tira a la basura. Y la reflexión final, más actual imposible: “Pusieron el reloj a cero, como si el nazismo no hubiera existido”. Y el dedo en la herida: imágenes de las pelis de Sissi, “el cine idílico austríaco para hacer ver que nada había pasado diez años antes”.