Todo el dinero del mundo

No pasará ni un día sin que se eche de menos el músculo y visión de Tony Scott en el Hollywood actual. Es inevitable tras ver cómo despacha su hermano Ridley el secuestro del nieto del magnate petrolífero Jean Paul Getty. Sucedido en 1973, fue uno de los acontecimientos que inspiraron a A. J. Quinnell la feroz novela que Tony adaptó en El fuego de la venganza (2004), uno de sus mayores trabajos estéticos. Frente a aquel despliegue de recursos, la planicie rudimental de Todo el dinero del mundo se podría defender aduciendo que el material de base es la historia real, menos abierta a florituras, pero dado que eso no impide a los autores del filme modificar a su gusto aspectos como la cantidad final del rescate que soltó Getty o la liberación del rehén en sí, más implicación del director para dar brío a la historia no habría estado mal; sobre todo en el tramo final, empeñado en convertir un drama familiar con ecos operísticos de Welles en un thriller calabrés.

No extraña ese giro, pues Ridley Scott siempre ha sido más director de grúas y maquetas que de actores. En consecuencia, el rango

va desde la pulcritud de Michelle Williams como madre angustiada y la ambigua crueldad de Christopher Plummer cual patriarca millonario a la rigidez de Mark Wahlberg y el despropósito de Romain Duris haciendo de italiano. ¿Nadie pensó en aprovechar la sustitución de Kevin Spacey para cambiar a este también?