El viaje

Revisando la tirando a esmirriada filmografía de Nick Hamm (excepto, quizá, la divertida Killing Bono), es fácil darse cuenta de que, para este “viaje” le hubiesen hecho falta algunas alforjas más sólidas. Precisamente porque la premisa haría frotarse las manos a más de uno: el trayecto en coche compartido y obligado por las circunstancias (hace una década no había Blablacar ni similares) entre los archienemigos Martin McGuinness -líder del Sinn Féin, con permiso del ínclito Gerry Adams- y el no menos fanático reverendo unionista Ian Paisley. Un via crucis tenso que, como no podía ser de otra forma, se va limando hasta el punto conocido por la Historia: ambos se reparten el pastel de Irlanda del Norte y se vuelven tan amiguetes que les apodan los hermanos Risitas.

Lamentablemente, Hamm deja escapar una oportunidad de oro, limitándose a despachar un rutinario tour por los fantasmas y telarañas de tan vapuleado territorio, apostando doble o nada al talento de sus protagonistas: un Colm Meaney tan directo y campechano como siempre y un Timothy Spall algo grotesco y balbuceante (no solo por su marmórea dentadura postiza). Escenas tan maniqueas como la de la iglesia y el cementerio, o tan sonrojantes como la de la gasolinera, evidencian, si no la catástrofe, sí la sensación de frustración y decepción. Un puñadito de diálogos chispeantes no salva una película “never, never, never”.