Eliminado

No existe  una forma de expresión más celosa de la competencia que el cine. Desde que nació, cualquiera que ha intentado usurpar su reinado en el ocio es vilipendiado de manera salvaje en la gran pantalla. Baste recordar las representaciones de la televisión en Poltergeist, Network o Videodrome. Lógicamente, cuando el mundo se computerizó, ahí estaba el cine para decirnos lo locos que nos volverían los chips en Juegos de guerra o Tron. Ocurre que, a menudo, el ejercicio de denuncia es complicado porque, a diferencia de la tele, la estética del ordenador es poco cinematográfica. Así, en Eliminado, todo sucede, como en Open Windows, dentro de la interfaz de un ordenador y las diferentes redes sociales que se pueden consultar. Mezclando el slasher con el Skype, nos da una propuesta de lo más pinturera en la que el grupo de adolescentes descerebrados de rigor va muriendo progresiva y videocháticamente. Desgraciadamente, la historia se ve limitada en su propia premisa de encerrarlo todo en la pantalla del PC tanto narrativa (en serio, en internet no pasan tantas cosas), como estéticamente (el ojo no descansa con tanto primerísimo primer plano). Sí que sirve, sin embargo, para trazar un bonico retrato del pánico contemporáneo a las redes sociales, en el que se sustituyen las fotos de comida en instagram por las de cadáveres y los vídeos de gatetes de YouTube por los de suicidios. Suena tétrico, pero es que nada le da más miedo al cine que perder su público.