Envidia sana

La envidia sana, ese perverso oxímoron tan típicamente español, es la expresión elegida para rebautizar por estos lares el título original de esta película, Le bonheur des uns... (“La felicidad de algunos...”, refrán que se completa con “… es la desgracia de otros”). Aunque, en realidad, de “sana”, nada. Envidia cochina de la peor calaña, que es la que derraman los efectivamente desgraciados protagonistas de esta historia al comprobar cómo la más normalita del grupo, tímida y observadora dependienta de una boutique, triunfa en la literatura como por arte de birlibirloque. 

El director Daniel Cohen, que ya demostró sus ajustados valores para la comedia ligera en El chef, la receta de la felicidad, nos presenta un completo catálogo de miserias humanas sin demasiados matices (excepto, tal vez, el personaje interpretado por François Damiens) y que nunca acaba de dar el salto al esperpento cruel y ácido, como cabría esperar.

 En vez de eso tenemos una sucesión de situaciones pueriles y/o machistas, algunas más efectivas y ágiles que otras, y una cargante y poco afortunada actuación de Florence Foresti, aunque Vincent Cassel y Bérénice Bejo tampoco parecen llevar trajes de su talla. Al menos, el ritmo no decae dentro de su andamiaje teatral y la moraleja no se vuelve moralina descarada sino, como mucho, isla flotante. En resumidas cuentas, un filme tan olvidable como poco envidiable.