Gunpowder Milkshake

Es más que probable que, al ver Gunpowder Milkshake (Cóctel explosivo en su apostilla en España), los responsables de John Wick o bien se sintieron halagados o bien tuvieron la tentación de llamar a su abogado. Como la icónica trilogía, la película de Navot Papushado recurre a una mezcla de ultraviolencia y humor negro para retratar un mundo poblado por matones y mafiosos, y combina una indudable estilización visual –encuadres y movimientos de cámara precisos, colores vibrantes, mucho neón– con un argumento más bien genérico y cierto postureo feminista.

Mientras contempla los esfuerzos de una asesina a sueldo por proteger a una niña de 8 años, la película sigue un camino predecible de principio a fin, pero cabe decir que en ningún momento pretende lo contrario; las ficciones como esta se sustentan en las secuencias de acción, y aquí Papushado se reivindica a través de sendas peleas, una deslumbrante coreografía automovilística y un largo plano secuencia durante el que la sangre y el caos llenan la pantalla. 

Sobre el papel, el objetivo de esa brutalidad es celebrar la sororidad, aunque el empeño con el que el filme ondea la bandera feminista resulta a ratos intencionadamente guasón y a ratos directamente estúpido. Al final, todo cuanto la película tiene que decir sobre el asunto es que las mujeres pueden ser tan eficaces a la hora de quitar vidas como los hombres.