Crítica de 'Immaculate': Dios te salve, Sydney Sweeney

Resulta sociológicamente apasionante observar las diferentes maneras en las que las estrellas de la serie de televisión Euphoria se recolocan en su asalto al estrellato hollywoodiense. Sydney Sweeney se ha convertido en algo así como la némesis de Zendaya, tanto física como ideológicamente. Su carnalidad disfrutona y calculadamente espontánea, que causa furor en el sector conservador, está en las antípodas de la imagen de amurriada generacional woke de su compañera de insti en East Highland. Esa imagen pública se proyecta en su trabajo cinematográfico. 

Immaculate es un impecable ejercicio de falta de vergüenza, una nunexploitation, cine de terror de habito y sacristía, que entusiasmaría a los sátiros realizadores italianos de los 70. No tiene ningún pudor, por ejemplo, en plagiar descaradamente Los niños del Brasil de Ira Levin en su argumento, ni en calcar la escena más escatológica de un referente tan cercano como el Benedetta de Paul Verhoeven, ni o en concluir con un escena de body horror femenino que podría firmar Julia Ducournau. 

Tras años de billieeilishismo y lexatines, la película parece anunciar el advenimiento de un cine más lúdico y feliz, por la gracias de Dios… y de Sydney Sweeney.

¿Quieres estar a la última de todas las novedades de cine y series? Apúntate a nuestra newsletter.