La cumbre escarlata

Hipnotizado por el discurrir de la imagen, el color, el lento e implacable calado de la historia. Sucumbe uno casi de entrada ante la hermosa propuesta de Guillermo del Toro, apoltronado en un torrente de talento visual, de capacidad para el relato clásico del género que ama por encima de todas las cosas. El terror es el tuétano de esta historia de amantes, de sueños de la infancia, pesadillas recurrentes y una casa en una cumbre, enraizada en fuerzas telúricas de tonos escarlata. Un relato de fantasmas a la antigua usanza, tamizado por ciertas -y en realidad prescindibles- resonancias del moderno terror nipón –esos monstruos hirsutos que salen del suelo y crepitan sonidos guturales- que en su esencia evoca al Hitchcock que Del Toro tanto ama: Rebeca inyectada en la voz en off delante de una mansión a modo de claro trasunto de Manderley. Es también, claro está, una Casa Usher con todas las de la ley. De hecho, Roger Corman habita en todas las aristas del film desde ese arranque en el cementerio que tanto recuerda a La obsesión. La saturación del color, verdes y rojos como el viejo technicolor, es un viaje a la Hammer del conde Drácula, cuando Terence Fisher le afiló los colmillos de Christopher Lee.

Comparece también Tim Burton a lomos de un imaginario Sleepy Hollow y unas Sombras tenebrosas en la podredumbre familiar que describe con tino. Lo gótico y lo romántico aunados con carne y sangre. La cumbre escarlata es violenta, poética, arrebatada y hierática. Posee verdad en casi todos sus planos y está oficiada a través de un reparto extraordinario. Mia Wasikowska parece ahora más Alicia que en manos del aquel desafortunado Burton. Criatura temperamental, feminista avant la lettre, su personaje es bello y grácil. Acostumbrados ya al magnetismo de la Chastain, el rey de la función es ahora Tom Hiddleston, que posee el fraseo y la presencia de un Peter O’Toole en sus más inspirados tiempos. Cuando el tercio final enfila derroteros conclusivos –esa sombra del incesto- la nieve manchada de escarlata cobra protagonismo. Y la pesadilla será derrotada por el amor verdadero.