Rock of Ages (La era del rock)

Algo le pasa al cine con el rock and roll, pues, salvo contadas excepciones, siempre se aproxima a él con la sonrisa de medio lado y cierto grado de cinismo. Vamos, que parece que renta más y hay mejor disposición para cachondearse de los clichés y excesos en los que cae el “rock espectáculo”. Si a eso se le añade que desde el boom de fenómenos como Glee muchos han descubierto el potencial de interpretar fuera de su contexto canciones archiconocidas por todos, Rock of Ages no debería sorprender a casi nadie. Coherente con su tiempo, lleva a otro ámbito lo que lleva un par de décadas dominando las tendencias de los musicales actuales.

Por decirlo muy, muy claro: el gran interés de la película no tiene nada que ver ni con su argumento, ni con su estética nostálgico-irónica ni siquiera con la colección de greatest hits que confeccionan el repertorio. El que pague para ver la versión cinematográfica de este gran éxito de Broadway lo hará para ver a Tom Cruise haciendo de estrella desfasada y ochentera del rock and roll, con el pecho al aire y un ejercito de groupies rifándose su entrepierna encuerada. “¿Pero canta él?”, se preguntan a la salida de los cines. ¿Y qué más da? Cruise consigue una salida de tiesto tan absurda y divertida como las que ya protagonizó en Tropic Thunder, Magnolia o Austin Powers: Goldmember. Nadie se acordará de la blandita pareja protagonista de la película –tan sosos que parecen alumnos de High School Musical– ni del lamentable pelucón de Alec Baldwin –afortunadamente para él–, pero el cantante übersexual al que da vida, Stacee Jaxx, es uno de los papeles por los que es imposible no coger cariño a este marciano, lo más cerca que está Hollywood de tener su propio Michael Jackson. Sólo una Catherine Zeta-Jones muy en su salsa logra hacerle sombra con el mejor número de la película.

Entre canción y canción, haciendo encaje de bolillos para que el ritmo de este karaoke no decaiga, es mejor bajar el nivel de exigencias al mínimo respecto a lo que argumento se refiere. Estos musicales pop –el rock aparece en el título, pero de eso más bien poquito en la película– tienen producciones cuidadísimas, millonarias, pero sus historias parecen de obras de fin de curso. Rock of Ages no es una excepción, vana y boba a más no poder, pero al menos no se esfuerza lo más mínimo en ocultarlo. Aunque, bueno, puede que fuera totalmente imposible hacerlo.