Crítica de 'Saltburn': los 'nepobabys' contra la aristocracia

Nepobaby 1: Tras el éxito de Una joven prometedora, Emerald Fennell regresa con una nueva historia de venganza. La novedad es que cambia el sexo y la clase social de su psicópata. Si en su debut exorcizaba su misandria, en esta ocasión lo hace con una clase social a la que pertenece por cuna. 

Nepobaby 2: Su demiurgo es el siempre inquietante Barry Keoghan, Ripley de secano y campiña enfrentado aquí a Rosamund Pike, madre monstruosa y castradora en representación de esa aristocracia decadente a la que también pertenece. 

Nepobaby 3: Muy pinturera, de colores vivos y bailes de máscaras e identidades sexuales, aspira a parecerse a Barry Lyndon, de Kubrick, o A pleno sol, de Clément. Su profusión del uso de la steadycam, sin embargo, a ratos recuerda más a la estética del celebrado vídeo en plano secuencia que Sam Taylor Wood dirigiera y Robert Downey Jr. protagonizara en su mansión de Hollywood para la canción I Want Love, de Elton John. Sin duda convertirá a Fennell en una reina de la Gen Z. Los que estamos en otra letra del alfabeto, no podemos dejar de obviar que, en su amoralidad, hay algo profundamente desesperanzador sobre nuestra manera de comportarnos con el prójimo.

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