Crítica de 'Shayda': una mujer bajo el terror

Con el aval de Dirty Films, la productora de Cate Blanchett, llega este curioso ejemplo de realismo social transnacional, que recrea la infancia de su directora, Noora Niasari. La protagonista es Shayda (Zar Amir Ebrahimi), una iraní refugiada en una casa de acogida australiana mientras se resuelve su demanda de divorcio y la custodia de su hija ante un marido maltratador. Como en la excelente Custodia compartida (Xavier Legrand, 2017), el drama de la violencia de género coquetea con recursos propios del cine de terror, como la utilización del rojo para expresar el miedo y paranoia de una protagonista que debe luchar, tanto por su hija como para desprenderse de la vergüenza impuesta por una cultura patriarcal. 

El enemigo no es el individuo, sino la sociedad y su sutil coerción que atraviesa fronteras. Todo el peso de la trama y de la reivindicación recae sobre la asustada y melancólica mirada de su protagonista, una Ebrahimi tan sobresaliente como en Holy Spider (Ali Abbasi, 2022). El uso de los momentos musicales para marcar los diferentes actos del filme o las metáforas folklóricas pueden resultar algo convencionales, pero pocas actrices pueden transmitir como lo hace Ebrahimi en el plano final.

¿Quieres estar a la última de todas las novedades de cine y series? Apúntate a nuestra newsletter.