Solo

Un domingo cualquiera de 2004, Álvaro Vizcaíno resbaló en una zona de dunas de Punta Paloma, en Fuerteventura, y quedó colgando de un acantilado. Sin duda, esa imagen poderosa y contundente, un hombre diminuto atrapado por la naturaleza salvaje, su vida pendiendo de un hilo, como sus propias fuerzas, es lo más memorable de Solo, la película que Hugo Stuven ha dirigido inspirándose en el accidente que casi acabó con la vida del surfista. Al director de Anomalous no le tiembla el pulso a la hora de rodar la espectacular caída de Vizcaíno del acantilado a la cala en la que pasó las siguientes 48 horas, de la misma manera que su cámara domina esos momentos de tensión hasta el rescate, convirtiendo la inmensidad del paisaje canario en una experiencia tan angustiosa y claustrofóbica como la de 127 horas, quizás su referente más cercano junto a Naúfrago, de Zemeckis.

Alain Hernández domina a la perfección la escala de alaridos interpretando a Álvaro Vizcaíno pero su desesperación es más creíble cuando está ocupado en sobrevivir que en los recuerdos o alucinaciones que, Aura Garrido incluida, nos cuentan quién es el personaje. Inmersos en la agonía de no saber cómo se las ingeniará para salir con vida, no nos importa tanto qué ha hecho o dejado de hacer antes, sino, como dice el propio superviviente, ver “cómo el instinto viene, te quita el miedo y te dice lo que tienes que hacer”.