'Una vida no tan simple': cuando dejas de ser la estrella de tu película

Bajo su apariencia de sencillo cuento con moraleja facilona al final, esta comedia burguesa a lo Cesc Gay pone en juego complejos engranajes que son un certero reflejo de nuestro agitado mundo. El protagonista, un arquitecto a cuya angustia cotidiana Miki Esparbé otorga mil matices, se resiste a admitir que su tiempo ha pasado, y se refugia en la muy próxima fantasía de una de las madres del parque.

Pero, más allá de una premisa argumental y una puesta en escena en la que hallazgos y clichés conviven amigablemente, importa bastante que cualquier autónomo 24/7 pueda ver reflejadas sus miserias y sus ataques de pánico en la gran pantalla, llegando hasta reírse de ellos (un poco de catarsis), incluso a reflexionar sobre cuestiones tan punzantes como qué ocurre cuando el tiempo de una persona supuestamente creativa se devalúa cada vez más, cómo se lidia con la inmaterialidad de la incertidumbre y cómo afecta todo esto a la vida de pareja, sobre todo cuando ella tiene un trabajo sólido y estable, como los de antaño, con horario fijo y festivos, dando pie a una inversión de los roles tradicionales. Aunque desigual por su empeño de llegar a todo el mundo, una película poderosamente sugestiva.