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CINEMANÍA nº288

CINEMANÍA nº288

LA DOBLE VIDA DE KRZYSZTOF KIESLOWSKI

AZUL. Algo se estaba acabando. No lo sabíamos aún. Era el puente de diciembre de 1989 cuando salimos de ver El club de los poetas muertos en aquel cine de Andorra la Vella. Ni me imaginaba la que se nos venía encima. Carpe Diem (¡Felices 75, maestro Peter Weir!), fue mi última gran película de los 80. Réquiem por aquel clásico de Touchstone, de una Disney en crisis, de un Hollywood que ya no hace esas películas: la señal perfecta para que el quinceañero zangolotino que veía todas las películas que sus padres desatados por la adicción de ir al cine le proponían, empezase a descubrir un universo nuevo por sí mismo. Así empezaron mis 90, oh, capitán, mi capitán. Y no estaba solo.A principios de 1990, semanas después de que el mundo viese cómo despedían al profesor Keating de Welton, el temible productor de Queens, Harvey Weinstein, hoy acusado de acoso y abusos sexuales, conoció al cineasta polaco Krzysztof Kieslowski, fallecido en 1996. “Bebía y fumaba demasiado, era orgulloso, arrogante y cínico. En otras palabras: mi tipo de hombre favorito. Y también uno de los más grandes directores de cine del mundo”. Se hicieron muy amigos.

2 BLANCO. No se me ocurre vínculo más bizarro, ni relación que represente mejor el cine de aquella década. Nacido en la Varsovia ocupada por los nazis en 1941, Kieslowski llegó a la dirección huyendo de sí mismo. Sus primeros documentales chocaron con la censura comunista y decidió pasar a la ficción, sin abandonar el realismo social, para que le dejasen en paz. En la corriente del Cine de la Ansiedad Moral encontró una vía de escape que plasmó en una serie para la TV polaca basada en los 10 mandamientos, tan potente que el gobierno suspendió por cinco años la pena de muerte ante el debate formado por el capítulo No matarás. Decálogo llegó a oídos de un Weinstein en busca de películas para dar el pelotazo: pensó que ver aquellas 10 horas de tele pública marxista-leninista sería como ir al dentista y acabó flipando. Luego llegó La doble vida de Verónica. Weinstein, que no había entendido la última escena, la compró y consiguió que Kieslowski cambiase el final de la película para el público norteamericano. “Ahí vi que este genio testarudo y arrogante podía ser cálido y cercano. Me demostró que se podía estar tocado por los dioses y tener los pies en la tierra. Y lo más importante, me descubrió que el vodka polaco era mucho mejor que el ruso”. Tarantino, que vio el filme en Cannes el año de Reservoir Dogs, quiso a Irène Jacob para el papel de María de Medeiros en Pulp Fiction, y por su amable negativa descubrieron que Kieslowski preparaba una trilogía.

3 ROJO. Tres colores (Azul, Blanco y Rojo) por los ideales republicanos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Weinstein adquirió los derechos y se notó: Azul ganó en el festival de Venecia, Blanco venció en Berlín y Rojo no se llevó Cannes porque se topó con Pulp Fiction (los Weinstein ganaban siempre), pero a cambio Miramax puso su maquinaria en marcha y logró 3 nominaciones al Oscar, incluidas las de mejor director y guion para Kieslowski, que anunció su retirada poco tiempo después. Su corazón estaba delicado, pero Weinstein sabe que habría regresado para rodar la siguiente trilogía que ya tenía escrita: cielo, purgatorio e infierno, en tres ciudades. “Como allí no se podía fumar ya en ningún sitio, el infierno iba a ser Los Ángeles”. Tom Tykwer firmó Heaven (2002), Denis Tanovic, El infierno 2005, y el polaco Stanislaw Mucha, Purgatory en 2007. Pero no fue lo mismo. Los 90 habían pasado.

Mea culpa, la cacicada pragmática del mes en la revista fue contar la trilogía como una sola película. De ser tres, más La doble vida de Verónica, el cineasta todo consonantes adelantaría a los tres filmes de Scorsese, los Coen y Lynch. Chupito de vodka (polaco) por su récord secreto, capitán Kieslowski.

P.D. ¿Por qué los 90? Tras repasar en 2018 las mejores películas del presente siglo, venían los 90: tan lejos para una mirada nostálgica y lo suficientemente cerca para sentir su presencia. Morriña y modernidad, el mejor mix de nuestras listas. Y además, qué narices, en esa década nació CINEMANÍA, que cumple 24 años: la mejor razón para compartir nuestra adicción al cine, bendita locura.

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