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20 años de 'Deseando amar'

Deseando amar
Avalon

No te puedes fiar del amor. Ni de los amantes. Ni, por supuesto, de los directores de cine. En especial si se llaman Wong Kar-wai y viven perpetuamente escondidos detrás de unas gafas de sol. La historia de Deseando amar, probablemente una de las obras maestras del cine romántico, empieza en 1997. Por entonces, el hongkonés acaba de ganar el premio a la mejor dirección en Cannes por Happy Together. Durante la promoción, queda en un restaurante parisino con Maggie Cheung, esposa de Olivier Assayas. Maggie le dice que quiere volver a trabajar con él como en As Tears Go By, Days of Being Wild o Ashes of Time, y que no estaría mal hacerlo con Tony Leung, con el que empezó en la serie Police Cadet 84.

Deseando amar
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1997 no es un año cualquiera. “Reinaba la intranquilidad”, dice el intertítulo que abre el filme, y no se sabe si se refiere al tiempo en el que ocurre la acción, los años 60, o al momento en el que se produce la película. En julio, una crisis económica brutal sacude el sudeste asiático, lo que hace que la financiación sea una pesadilla. También es el año en que Hong Kong vuelve a ser China, y Wong quiere homenajear a esa tierra de la que su familia se ha exiliado cuando tenía cinco años.

Piensa en una película titulada Verano en Beijing. Pero no pasa el trámite de la censura china: no es posible rodar en la capital sin una nimiedad llamada guion. Y Wong no escribe guiones. “Creo que tener un guion y filmarlo es muy aburrido, porque tienes que pensar en todos los detalles y escribirlos y es un proceso que detesto”, le cuenta a Tony Rayns, su gran estudioso. 

Al contrario de lo que se explica en las universidades y que hace cualquier otro ser humano, Wong construye las películas sobre la marcha, partiendo de una idea que va amplificando, con los problemas que eso supone para su producción. Verano en Beijing se transforma en tres historias unidas por un restaurante en Macao llamado Beijing. Se titula “Tres historias sobre comida” y las protagonizan un cocinero, un escritor y un tendero. “Pero me di cuenta de que la historia que realmente me interesaba era la del escritor”. Macao también está sumido en una crisis política, así que tampoco se puede rodar allí.

Deseando amar
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A principios de 1999 Wong empieza rodar la primera de sus historias ambientada en el Hong Kong de 1960. Está entusiasmado. Los avatares históricos le han hecho recordar su niñez y la de su familia, los exiliados de Shanghái en la colonia británica, que rememora para el New York Times. “Vivían en su propio barrio, con su propio idioma, música, comida, revistas y cines. Nunca sintieron que Hong Kong fuera su hogar. Siempre pensaron en regresar a Shanghái cuando las cosas fueran mejor. A la vez, recrearon un pequeño Shanghái en Hong Kong. Como si construyeran un sueño”. Wong quiere recrear ese sueño. Encuentra un callejón en el distrito de Sheung Wan que le recuerda esa época. William Chang se afana en diseñar los cheongsam, los fabulosos vestidos de Maggie Cheung que, en contraste con el papel pintado de esas habitaciones diminutas en las que se mueve, muestran la depresión de la mujer engañada. 

Wong sigue construyendo su Hong Kong soñado: contrata a un chef para que le haga cocina tradicional al equipo; a locutores de radio jubilados para que repitan sus programas. Devora los diarios de la época y sus columnas sobre artes marciales, comida o pornografía, que reproduce en los diálogos. Todo parece ir bien y extrañamente deprisa para el método Wong. Pero Hong Kong ha cambiado mucho, muchísimo. Reacio a construir decorados, Wong pide que le busquen localizaciones similares. Y las encuentra en Bangkok. Y aquí es donde comienza el caos.

Un cuento de cuatro páginas

Algo se barruntaba ya el equipo. A fin de cuentas, lo que había pasado esas semanas no era normal. Maggie Cheung cuenta al New York Times en el momento del estreno: “Nos dieron un cuento de cuatro páginas de un escritor japonés de los años 60 sobre un romance entre dos vecinos. No había mucho más. A partir de aquel día, durante la sesión de maquillaje y peluquería, nos hacían llegar un fax todavía calentito con el diálogo de aquel día, que Kar-wai había escrito la misma mañana”. 

Cheung ya había trabajado con Wong, así que estaba avisada. En la rueda de prensa en el TIFF de 2000 afirma: “Siempre supe que él trabajaba sin guion, así que todo empieza de cero. Una escena le inspira la siguiente, y esta la siguiente, y esta la siguiente […] Al principio no entendía por qué tenía a 30 o 40 personas en el set esperando a que le llegara la inspiración. Después comprendí que es su forma de trabajar y es su estilo y si lo amas como director o como amigo tienes que aceptarlo tal y como es”.

En el making of del filme, té mediante, Wong afirma: “Nuestro director de localizaciones se ha vuelto loco. Me dice que tenemos un edificio precioso y sitios maravillosos para rodar, que por qué me empeñó en hacerlo en pequeñas avenidas y sitios destartalados. Pero es que yo sé cómo huelen estos lugares. Cuando veo esas calles entiendo qué tipo de personas viven en ellas y cómo lo hacen”. No era el único al borde de la locura. Quien peor lo pasó fue Cheung. A sus cuatro horas diarias de peluquería y maquillaje se unía su desconcierto. En uno de los making of protesta: “He tardado nueve meses en entender de qué va esta película”. 

En la presentación en Cannes, más relajada: “Hemos estado seis meses escribiendo el guion mientras rodábamos… todos juntos”. Y a The New York Times: “A veces rodábamos las mismas escenas cambiando los diálogos entre Tony y yo. O repetíamos las mismas frases en un escenario diferente”. Los días pasan. Los meses pasan. Cuatro veces le dice Wong a Cheung que la película está acabada y otras tantas le hace volver al rodaje en Tailandia o Camboya para escenas que ni siquiera estaban contempladas. Lo que no era poca cosa teniendo en cuenta que Cheung vivía en París.

Maggie Cheung y Tony Leung en Deseando amar
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No todos lo aceptan. Christopher Doyle, su mano derecha como director de fotografía durante seis películas, abandona el rodaje, harto de sus malos modos. Lo reemplaza Mark Lee Ping-bing, habitual de Hou Hsiao-hsien, al que Wong trata de una manera todavía más despótica. Lee recuerda la experiencia con amargura: “No te ayuda y solo se dirige a ti de una manera muy ruda repitiendo una y otra vez ‘¡Es horrible!”.

Quince meses después, Wong dice basta. No por convicción, sino porque quiere ir al Festival de Cannes. “Una de las razones por las que queríamos presentar en Cannes es porque podríamos haber trabajado en esta película toda la vida. Necesitábamos una excusa para acabar esta producción”. Se sienta con William Chang en la mesa de edición. El director ha confesado que rodó 30 veces más metraje del que finalmente incluyó en el filme. La historia de los amantes despechados podría haber sido cualquier otra. 

Había un final alternativo, por supuesto, en el que Chow y Su se reencontraban en el templo tailandés de Angkor Wat. También se rodó un encuentro sexual imposible en la mítica habitación 2046. Y escenas ambientadas en los años 70. Y, por supuesto, el bailecito de Tony Leung y Maggie Cheung que se ha viralizado en internet. Wong no sabía por dónde cortar y ni siquiera le convencía el título. En la radio escuchó una versión de Bryan Ferry de I’m in the Mood for Love, de Hugh and Fields, que había sido interpretada por su héroe Nat King Cole…

Ya tiene título, pero no tiempo. Pide a Cannes proyectar el último día para ganar horas, minutos, segundos… Los subtítulos se incrustan la misma mañana del pase. La proyección es en mono porque no da tiempo de pasarlo a estéreo. No gana. Lo hace Bailar en la oscuridad, de otro director singular como Lars von Trier. Tony Leung sí se lleva el premio al mejor actor. 20 años después, en los cinéfilos y las cinéfilas no han cicatrizado las heridas de una de las historias de amor imposible más tristes jamás filmadas. Un arañazo en el corazón que vuelve a abrirse cada vez que uno se topa con los elementos de su incomparable despliegue sensorial: el suntuoso vestuario de William Chang, la música de Nat King Cole y de Umebayashi Shigeru, el colorido de Christopher Doyle y Mark Lee Ping-bing. No te puedes fiar del amor. Pero sí de Wong Kar-wai.

Universo Wong Kar-wai

Avalon reestrena Deseando amar el 30 de diciembre. Además, ese día, en Madrid (Cines Renoir Princesa) y Barcelona (Cinemes Boliche), se inaugurará el Universo Wong Kar-wai, un espacio pop up en el que se recreará el mundo de las películas del director y se proyectarán títulos como 2046, As Tears Go By, Happy Together, Chungking Express, Days of Being Wild y Fallen Angels, todos ellos remasterizados y restaurados en 4K. A partir del 21 de enero llegarán a más ciudades y cines de todo el país.

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