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'Anora', Palma de Oro en Cannes 2024: Sean Baker es el faro contra el cine de la sordidez y Mikey Madison la luz que lo ilumina

Mikey Madison en 'Anora'
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Anora es el octavo largo de Sean Baker, director estadounidense que película a película, ajeno a modas y prácticamente también al prestigio internacional a pesar de su presencia en grandes festivales, se ha ido consolidando como una de la voces más relevantes del indie norteamericano. Ahora, ha ganado la Palma de Oro de Cannes 2024 con esta película.

Siempre atento a catapultar talentos "dormidos" (de Dree Hemingway a Simon Rex, pasando por Kitana Kiki Rodriguez, Bria Vinaite o la pequeña Brooklynn Prince) en Anora cuenta con Mikey Madison (Better Things, Érase una vez en Hollywood) como protagonista. Ella es Ani (Anora), una bailarina de striptease en un club de Nueva York que comienza a trabajar como escort del hijo de un millonario ruso.

Crítica de 'Anora'

Valoración:

Sean Baker ha construido una filmografía sólida y fascinante huyendo del moralismo con historias originales, que abordan la desigualdad, las diferencias de clase y las mentiras del capitalismo con personajes complejos a los que siempre da un trato profundamente humano. Como un director del Nuevo Hollywood de los 70 en la era digital. 

En una era proclive al puritanismo, los prejuicios y la autocensura, el cineasta de Nueva Jersey suele tratar de frente un tema tan espinoso como las diversas dimensiones de la industria del sexo y el trabajo sexual. Siempre con toda la delicadeza, amplitud de miras y voluntad de comprender que se echan de menos en tantos otros foros; de la pornografía en Starlet (2012) y Red Rocket (2021) a la prostitución en Tangerine (2015), The Florida Project (2017) y Anora. 

Así se llama la protagonista (aunque ella prefiere el diminutivo Ani), una stripper veinteañera que en la interpretación de Mikey Madison es un torbellino arrollador de carisma, entusiasmo y fuerza felina (esa misma que ya demostraba en Better Things). Trabaja en un club neoyorquino (el montaje de su rutina laboral ya es por sí mismo una inmersión perfecta en un ambiente humano y laboral muy concreto), donde conoce a Ivan (Mark Eidelstein), un chaval ruso algo atolondrado con toda la fortuna de su padre oligarca a su disposición.

La historia sigue un rumbo esperado (y que ha despertado relaciones con Pretty Woman): Ani e Ivan conectan, y este le pide una semana de exclusividad como escort. En esos días van a Las Vegas y, en la euforia del momento, se casan. El asunto no sienta muy bien a la familia rusa y a toda prisa se ponen en marcha todos los mecanismos para revertir la situación: quizás esta sea la primera comedia romántica en la que en vez de una boda persigue la anulación del matrimonio.

Es ahí donde el vuelo de Anora se dirige a la estratosfera con la irrupción de unos sicarios (comandados por un inmenso Karren Karagulian, habitual imprescindible de Baker) que llevan la acción directamente a terreno Safdie (pensemos en Good Time y Diamantes en bruto) colindante con la ¡Jo, qué noche! de Scorsese cuando tienen que salir a la búsqueda de un huidizo Ivan por lugares que no desentonarían en La traición de Mikey (1976). Cómo no adorar una película con ese linaje.

El ritmo es frenético pero el control de Baker sobre el tempo narrativo con frenazos y acelerones está tan bien calibrado como su mirada, siempre empática hacia los personajes y sin cargar ninguna tinta. Porque algo no mencionado todavía es que Anora es una película divertidísima. Sin exagerar, al nivel de un Preston Sturges (pensemos en Navidades en julio y Un marido rico): comedia consciente de la seriedad que implica tratar al público como adultos. 

En un momento del cine estadounidense en el que los grandes autores no dejan de mirar ensimismados al pasado y las películas de ambientación contemporánea suelen obviar la realidad social, las películas de Sean Baker son un bálsamo del que cada vez tenemos más necesidad. 

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Coordinador web 'Cinemanía'

Crítico de cine que ve demasiadas series, licenciado en Periodismo y posgraduado en Semiótica en la Universidad Complutense de Madrid; cayó en una marmita de Nouvelle Vague cuando era pequeño y lleva mucho tiempo acostándose tarde en festivales de cine.

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