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[IFFR 2021] ‘Aurora’ o el alumbramiento de un nuevo deseo

Aurora
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Hace justo 10 años, la costarricense Paz Fábrega levantaba su premio Tiger a la mejor película de la competición del Festival Internacional de Cine de Rotterdam (IFFR) por su ópera prima Agua fría de mar, la perturbadora exploración de una mujer en crisis en el que el paradisíaco entorno funcionaba como un escenario asfixiante y catártico, como si Michelangelo Antonioni y Monica Vitti se pasearan por los deslumbrantes e inhóspitos arenales caribeños con una cámara digital de primera generación en la mano.

En Aurora, por el contrario, la directora ha apostado por cerrar los planos y centrarse en sus protagonistas, aunque Fábrega regresa en esta tercera película a los universos femeninos en crisis, como sucedía en su debut. A las puertas de un cambio.

Para la adolescente Julia (Raquel Villalobos), el cambio es más palpable, ya que se ha quedado embarazada inesperadamente y ha decidido ocultarle a su familia su estado. Para Luisa (Rebeca Woodbridge), arquitecta y maestra, el cambio, más bien el estar en proceso de cambio, es su estado natural, siempre a la espera de que algo suceda y de que, a la vez, no suceda nada. 

“¡No les ha pasado cuando ven un edificio en construcción, que está todo el andamiaje y es tan hermoso! Y luego le quitan el andamio y ¡el edificio está horrible! ¡Qué lástima que el mundo no se pudiera quedar en eso, en puros andamios!”, dice Luisa en la primera escena de la película, durante una clase con alumnos, en una frase enigmática que tomará sentido a medida que vayamos conociéndola.

El carácter elusivo define por completo el tono del tercer largometraje de Paz Fábrega, transformando esta película sobre los giros de la vida en una historia sobre los secretos, más bien sobre los deseos esquivados, eludidos. Julia es tímida y le cuesta afrontar la situación en la que se encuentra, pero Luisa, el rol del adulto en este relato, también se siente cómoda en ese estado evasivo. 

La cámara de Fábrega, teñida de tonos pastel, se pega a los rostros de las dos mujeres, siempre desde la lógica de la exploración de los personajes y de sus interacciones, pero la sensación de misterio en torno a sus emociones es constante. Hay una fascinación por el cuidado y la delicadeza de sus gestos. También por sus personalidades escurridizas.

Ese retrato íntimo posee, por supuesto, un alcance político, porque todo relato sobre un embarazo no deseado es asimismo un relato sobre cómo el cuerpo de una mujer es, parafraseando la obra de arte de Barbara Kruger, un campo de batalla. El embarazo de Julia, cuanto más se acerca a su fin y, por tanto, al alumbramiento, invadirá el día a día de Luisa y también el ámbito de su deseo. Porque, ¿quién cambia verdaderamente en Aurora y a cuál de las dos mujeres protagonistas va a transformar más esta nueva vida por llegar?

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